[Entrevista a Alejandro García Schnetzer. Por Silvina Friera, para Página 12]
Cómo no quedar prendado con el personaje homónimo de la novela Requena (Entropía). A mediados de 1929, en el café Albéniz, este filósofo y poeta sorprende a un puñado de jóvenes con aspiraciones poéticas –Lanuza, Maldonado y el narrador– que se acercan para averiguar qué está leyendo. Requena no es alguien común y corriente. Está leyendo un libro en sánscrito. Nada menos que el Martín Fierro. Al lector le pasa exactamente lo mismo que a esos jóvenes: no quiere perderse a este hombre fuera de serie, que supo vivir en un caserón que ya no existe, en la esquina de Thames y Gorriti, y que tuvo la biblioteca más grande de todo Palermo. En el barrio, lo saludan todos: desde el afilador y la peluquera hasta el chofer del tranway. El grupo congenia inmediatamente con Requena, a quien llaman el Maestro, incluidos también Gorostiaga y Armendáriz, el único que tenía un libro publicado y que se sumó más tarde al “centro del mundo”, el Albéniz, donde por las tardes se reunían para discutir cualquier asunto sentimental o metafísico. Si el perfil de este vecino de Palermo bordea la excentricidad, su lenguaje tiene el aroma de lo que se ha perdido. “Le comisiono cuidar mi biblioteca –le pide Requena al narrador antes de viajar a Madariaga–. No la saquee y, cada tanto, si no es mucho, riegue las plantas. De otro modo, la tan versificada y comentada muerte se pasearía a sus anchas.” Los diálogos de los que participa son como las joyas de la abuela o la bisabuela que se encuentran en un cofre olvidado. No importa que nadie sepa su verdadero nombre, cuándo cumple años ni que tengan poca información sobre la vida de este hombre un tanto misterioso. Lo que importa es lo que dice y lo que hace Requena, escritor “oral” y “poeta gigante” al que nunca pudieron convencer de que publicara algo.
Alejandro García Schnetzer, el autor de este notable libro de tan sólo 72 páginas, su primera ficción publicada, podría ser una suerte de Requena del siglo XXI. Aunque nació en Buenos Aires en 1974, hace ocho años que reside en Barcelona, donde trabaja como traductor y editor del sello Libros del Zorro Rojo, editorial que ha publicado más de ochenta obras ilustradas de ficción para el público infantil, juvenil y adulto. El escritor fuma en pipa desde los 18 años. “Oscar Wilde decía que ser prematuro es ser perfecto, vaya uno a saber qué habrá querido decir con eso”, cuenta García Schnetzer a Página/12, en un bar de Palermo, en Ravignani y Paraguay, a pocas cuadras de la casona donde imaginó que vivió Requena.
–Fumar en pipa es un tanto anacrónico, algo de otro tiempo.
–¿Acaso hay algo que no tenga lo anacrónico por destino? Hay un problema con lo anacrónico. El tiempo va desfigurando las cosas, lo va desfigurando a uno. Y a los modos de pensar también...
La entrevista completa, acá.
miércoles, mayo 06, 2009
“Hay verdades que la palabra escrita no puede describir”
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