martes, mayo 05, 2009

Los debates salvajes

[Entrevista a Pola Oloixarac. Por Diego Rojas, para Veintitrés]

Hace tiempo que las tranquilas aguas de la literatura no se veían conmovidas por la publicación de una novela. La democracia y la posmodernidad parecían haberle quitado cualquier posibilidad de peligro a la literatura: todo podía ser dicho y ser tolerado, ya nada habría de causar escándalo. Sin embargo, Las teorías salvajes, la primera novela de Pola Oloixarac, dividió las aguas y provocó reacciones polarizadas. El escritor Guillermo Martínez opinó que era una “novela brillante, a la vez profunda y divertida, que logra convertir la teoría en prismas de inesperada belleza literaria”.


Para Beatriz Sarlo “las teorías (antropológicas, psiquiátricas, filosóficas, tecnológicas) fascinan, pero también son instrumentos para escribir una novela que yo no llamaría filosófica, sino de aprendizaje, no una ‘educación sentimental’ sino una educación a secas”. Pero así como recibió elogios, también provocó rechazos: “¿Puede alguien ser considerada nueva promesa de las letras y publicar una novela debut que, para digerirla, es recomendable usar hepatoprotectores?”, se preguntó Cicco en el diario Crítica. Diego Erlan señaló en su columna en la revista Ñ que muchos decían por lo bajo que Las teorías salvajes era una “novela sin amor y sin poesía”. Planta, una revista que circula en la Facultad de Letras, fue aún más lejos: pidió “una retractación pública por parte de Oloixarac” y planteó que, más que literatura, se encontraba allí “un consenso periodístico de derecha”.

¿Pero qué pudo haber escrito esa chica para provocar semejante revuelo? La novela narra las peripecias de su protagonista, obsesionada por los postulados del catedrático Augusto García Roxler y por su persona, mientras decide llevar adelante un plan para seducirlo que incluye ciertas aventuras con Collazo, un intelectual de pasado guerrillero. Al mismo tiempo, relata la relación entre Pabst y Kamtchowsky, dos nerds que incursionan en algunos hábitos sexuales y culturales alejados de su experiencia previa.

De cualquier manera, el texto es una excusa para revisar la actualidad de las imposturas intelectuales y políticas en la academia, el estado de situación de la cultura y el campo cultural y se ríe de la santificación de los setenta. En el comentario sobre el libro publicado en Veintitrés se dijo que Oloixarac era una especie de “Fogwill con polleras”. El mentado escritor opinó sobre la polémica: “Pola es una mina que va llegar lejos. Es mucho más culta que cualquiera de los que escribieron sobre ella. La verdad es que no me doy cuenta si la izquierda es atacada o no, porque yo opino igual a lo que plantea la novela”. Al ensayista y director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, el pedido de retractación le resulta raro, ya que la novela es “fresca y muestra una desfachatez inteligente y aguda. Usa una técnica de la provocación en términos de gran sutileza. Es un coqueteo insinuante con la deformación de la vida y estetiza con alegría algunos de sus rasgos, que son muy amargos. Y produce una nostalgia por el valor de la teoría a partir de teorías inexistentes”. Hace tiempo que una ficción no provocaba tanto apasionamiento. Y siempre es bienvenida la pasión a los debates que impulsa la literatura.

–Pola, ¿es una escritora de derecha?

–Claro que no. Pero la ausencia física de una extrema izquierda, desde la que se podría realizar una crítica valedera, hace parecer que cualquier crítica a la izquierda se realiza desde el lugar del mal. Como si habitara un bastión intocable. Yo fui formada en el pensamiento crítico, que es un valor de la izquierda, y cuando hay una serie de cuestiones que no se repiensan, quedan anquilosadas. Y hay que moverlas de alguna manera. Para eso utilizo la escritura.

[La entrevista completa, acá.]

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