Virginia Cosín lee Fauna / El tiempo todo entero / Algo de ruido hace, de Romina Paula y lo reseña para la Revista Ñ.
Mauricio Kartun, maestro de dramaturgos, suele decirles a sus alumnos que la dramaturgia se nutre de dos flujos: la literatura y la escena. “Quien desde la literatura llega al teatro, necesita destetarse de la función retórica de la palabra”; el actor, en cambio, piensa en términos de escenario “con lo cual sus materiales suelen ser una especie de remedo involuntario, de “teatro dentro del teatro”. Kartun suele dar en el clavo y en la contratapa del libro que reúne tres de las cuatro piezas estrenadas de Romina Paula, lo hace de nuevo: “El texto teatral en su rareza implica siempre una tercera dimensión. Es su propio cuerpo y espacio, pero es, además, su propia hipótesis de representación (...) Cuerpo y palabra en un solo objeto. Por ese escollo medio metafísico es que en el mundo hay tanta gente que escribe teatro pero tan pocos dramaturgos”. Quizás porque en Romina Paula literatura y teatro forman parte del mismo artefacto, es que estas obras escritas con apenas algunas didascalias pueden leerse olvidando que su función última es la de la representación teatral y lo sumergen a uno en el mundo que arman como si se tratara de pequeñas novelas. Quien haya tenido la suerte de, además, asistir a su puesta en escena, habrá encontrado una de las formas posibles de encarnarlas al cuerpo y la voz de los actores, en un espacio determinado. Determinado, pero no determinante. Porque la tridimensionalidad de esos cuerpos, esas voces y esos espacios ya está dada en los textos. El libro reúne tres de las cuatro obras escritas y estrenadas: Fauna , El tiempo todo entero y Algo de ruido hace . Escritas para una compañía teatral compuesta en un primer momento por dos actores y una actriz, a la que a partir de la segunda obra se sumó una actriz más, estas piezas se conforman a partir de una delimitación que es, a la vez, condición de posibilidad del infinito textual. El tópico dominante que se repite es la familia funcional-disfuncional. Tres primos desentrañan un secreto; un extraño introduce una cuña que desbarata el equilibrio endogámico de dos hermanos y su madre; un director de cine y una actriz pretenden representar la vida de una mujer convertida en leyenda a partir del encuentro con sus dos hijos. Lo familiar por un lado y lo extraño que irrumpe, por el otro. Y es precisamente en ese lugar de cruce entre los géneros que las obras teatrales de Romina Paula se inscriben. La literatura no deja de estar presente nunca, en citas o referencias explícitas, como en Algo de ruido hace con “La intrusa”, de Borges; en El tiempo todo entero , cuyo germen se encuentra en El Zoo de cristal de Tennessee Williams pero que a la vez tiene resonancias subterráneas de Franny and Zooey , de Salinger o en Fauna , (la apuesta más compleja), donde las citas y las referencias literarias –desde Rilke hasta cuentos medievales populares– y el juego con la idea de la representación dentro de la representación con Shakespeare y Calderón de la Barca como fuentes, arman una puesta en abismo. Pero, cuidado. Porque dicho así puede parecer que la de Paula es una obra concebida para deslumbrar con el intelecto, cuando resulta exactamente lo contrario: lo deslumbrante se produce por el chispazo creativo de la asociación lúdica y despojada de solemnidades de materias diversas; por la intuición y la inteligencia del cuerpo, los sentidos, las sensaciones, de lo pulsional y lo pasional que se pone en juego en cada uno de los textos. Es por eso que el efecto de su lectura no es otro que el del placer.
viernes, agosto 09, 2013
La tercera dimensión
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