Natalia Gauna lee Modo Linterna, de Sergio Chejfec y lo reseña para la Revista Tónica
Nueve relatos forman parte de Modo Linterna de Sergio Chejfec. Sólo dos de ellos, Vecino Invisible y Una visita al cementerio, son publicados por primera vez, el resto ya habían aparecido en diversas antologías de crónicas y cuentos breves. Esta condición habilita un primer abordaje al libro en tanto que la diversidad de géneros desde los cuales se pueden leer los relatos permite incluirlos en una publicación tanto de crónicas como de cuentos. Paradojicamente, la innecesaria especificidad genérica de una narración es en este caso lo único que puede salvaguardar el libro: un diario de viajero podría ser la clave que amerite la lectura de Modo Linterna.
Chejfec retoma la espacialidad en cuanto a la experiencia personal -temática ya esgrimida en novelas anteriores como Mis dos mundos- una recurrencia que de algún modo se explica por su vivencia y condición de extranjero permanente. La mirada extrañada de quien recorre por primera vez una ciudad es la idea unificadora de estos nueve cuentos: “Dentro de la ciudad no alcancé a ver a nadie en las calles. La única actividad era la de los semáforos que titilaban en amarillo”, describe su llegada a la ciudad de Caracas. En Donaldson Park utiliza el mismo recurso de distanciamiento para relatar el nuevo lugar: “La primera vez que pasé por Old Things For A New Age, había en la vereda una camilla turquesa de psiquiatra. El cartel decía aproximadamente lo mismo, diván psiquiátrico turquesa […]” y que finalmente repite en la presentación de los lugares y personajes que aparecen en cada cuento. De modo que el espacio urbano y una aguda observación del transeúnte es la matriz que los organiza. Sin embargo, el carácter densamente descriptivo con el que Chejfec pretende recrear las calles y lugares transitados y los modos de comportamiento de los personajes convierten cada narración en una explicación carente de imaginación.
“Cuando ella llega al lugar del accidente, el otro hombre menos maltrecho y a punto de incorporarse, le pregunta desde el punto cómo se llama el del saco, el que se ha malogrado. Ella no entiende la premisa de la pregunta, que da por hecho que ambos se conocen por venir del mismo lado. La idea le parece forzada. Por lo tanto, responde sin palabras y sigue su camino como si el tema no le concerniera, cuando habría sido natural acercarse y ofrecer auxilio de todos modos”.
Por otra parte, el escritor intenta construir un lenguaje propio mediante un juego de palabras constante que redefine conceptos. En este sentido, la utilización de figuras retóricas -con las que compara, conceptualiza, repite y contradice- es la herramienta de la cual se apropia para construir un estilo propio. “Entonces llegué a Caracas como si fuera la primera vez pero sabiendo que ese deseo, el de la primera vez, sólo es posible cuando se regresa”, “es un hombre que apenas la rozará al pasar y cuyo saco le llamará mucho la atención, a primera vista demasiado grande y holgado, ondeante como una bandera que se despliega al caminar”, son algunos ejemplos.
Chejfec acierta cuando abandona la reflexión introspectiva y construye un relato perceptivo acusando recibo de su mirada limitada -como la luz de una linterna-. De este modo, potencia ese sesgo de diario de viajero del cual acertadamente no escapa ya que ésta es la condición y lectura posible que reivindica la escritura de Chejfec y la razón de Modo Linterna.
miércoles, agosto 07, 2013
Percepciones espaciales
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