jueves, agosto 01, 2013

"Mis relatos no avanzan en términos de intriga"

Juan Rapacioli lee Modo Linterna y entrevista a a Sergio Chejfec para Telam

La incómoda noción de tener un vecino invisible en Caracas, la minuciosa descripción de un parque en Nueva Jersey, un recorrido casi onírico por un hospital porteño, una visita a un cementerio parisino -con un guiño a Juan José Saer-, una historia donde el protagonista es Julio Cortázar son algunos de los relatos reunidos en el libro, publicado por Entropía.

"El cuento es un género desacreditado por los editores, el público y la crítica -señala Chejfec en diálogo con Télam-. En Argentina, España o Francia sucede lo mismo. Y sucede porque los editores suelen encontrarse con cuentos desparejos, sin unidad de sentido".

Según el autor, "hubo una época de oro, acá representada por los cuentos de Abelardo Castillo, Cortázar, Marco Denevi y luego vino una especie de vacío en ese terreno. En mi caso, no los concibo como cuentos, porque para mí la palabra `cuento` está referida a un tipo de pieza textual con características específicas".

"El cuento alude a algo que constructivamente está concebido para que tenga, como dicta la norma clásica, un comienzo, un nudo, un conflicto y un desenlace. Este caso es diferente porque las peripecias avanzan no de manera dramática, sino digresiva".

"Me parece que el descrédito vinculado con las piezas breves se debe no tanto a la extensión, sino al formato saturado que es el cuento tradicional -reflexiona Chejfec-. Esa cápsula de ficción que finalmente debe sorprender por uno u otro motivo: el típico cuento «cortazariano» o a la Poe".

Por eso, continúa, "pienso que la idea de documento hace que la ficción tenga otra ubicación, que al mismo tiempo sea más y menos ficción, una ficción más inmediata, menos vinculada con lo dramático y más con lo conceptual o lo imaginativo en términos de asociación más trascendental".

Chejfec apunta: "Mis relatos no avanzan en términos de intriga ni se plantean resolver un conflicto, en cambio, el avance se produce a partir de digresiones, argumentaciones y asociaciones, como si yo buscara inscribirme dentro del realismo, pero sin usar sus herramientas habituales".

"Estamos acostumbrados a que la literatura transmita sentido a través de las peripecias -precisa-. Pero creo que la peripecia en ese sentido ya está un poco saturada, para eso existe la prensa, el cine, la televisión, formatos emisores de narraciones que trasmiten sentido a través de la peripecia".

"Creo que si la literatura tiene alguna opción de subsistir en esta época tan saturada de relatos, es a través de ese tipo de cambios, que tampoco son novedad, porque se ve una tradición de escritores que se enfocan en algo que desvirtúa el sentido final".

Y remarca: "si la literatura tiene alguna opción de aportar algún sentido estético y verbal, pasa justamente por desubicar esas nociones tradicionales: que el sentido esté puesto no tanto en la acción y sí en el trabajo del narrador".

"En mi caso -explica-, el personaje principal, para decirlo en términos tradicionales, siempre es el narrador, sea en primera o tercera persona; todo pasa por su forma de mirar, por su lupa o su lente de aumento".

- Télam: El narrador se mueve sigilosamente, retrocediendo para avanzar...
- Chejfec: Hay procesos de ajuste, el narrador por momentos no está seguro de la importancia o el significado de lo que está diciendo y precisa retroceder y desmentir (o ajustar) el alcance de lo que acaba de decir; es una manera de construir la ficción de otra manera, un narrador que se lee a sí mismo todo el tiempo.

- T: Además de "Una visita al cementerio", un relato que habla del lugar de Saer, en todo el libro se percibe la respiración del autor de El entenado.

- Ch: Saer es un autor muy complejo, se puede hablar de su literatura pero también de su lugar, que no son exactamente lo mismo; su literatura es mucho más importante que el lugar que ocupa. Es uno de esos escritores que no son completamente asertivos, a diferencia de Borges. Saer prefirió que su literatura no estuviera nunca enunciada en voz alta.

Pero al igual que Borges, ambos abarcaron todos los períodos de la literatura, tomando decisiones estéticas y estilísticas a partir de lo que habían leído y del recorte de sus experiencias.

- T: ¿Cuál es la diferencia fundamental entre los dos autores?
- Ch: La diferencia básica reside en que Borges siempre dijo que la literatura depende constantemente de la convención, esa especie de lugar común `borgeano` que postula que en definitiva la literatura siempre se trata de dos o tres argumentos que se reiteran desde los orígenes. Saer, en cambio, nunca hubiera dicho eso, argumentando que si bien es verdad, eso no dice nada sobre la literatura. Porque la literatura es una operación sobre lo formal.

 En Saer se puede ver a un lector muy inteligente que supo resumir lo mejor del realismo del siglo XIX, la vanguardia del siglo XX y el objetivismo francés. Pero hay otra cosa que supo y es que toda tendencia, movimiento o estilo está inevitablemente condenado a la saturación de sus posibilidades como consecuencia de la fatiga de sus propios procedimientos.

- T: ¿Y cómo influyó en tu propia literatura?
- Ch: Pasé por un momento de mucha admiración y sorpresa cuando apenas lo conocí. Fue decisivo para mi forma de concebir la literatura y de escribir; fue un maestro en todos los sentidos de la palabra.

Cuando por primera vez encontré narraciones suyas y las leí sentí no solamente que quería escribir de ese modo, sino que lo que yo quería trasmitir ya estaba escrito, y esa literatura me ofrecía una especie de atajo. Eso es lo mejor que te puede ofrecer un escritor, una revelación de sentido.


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