Este cuento largo comienza con una dedicatoria a su padre
Carlos. Cuando uno bucea un poco, en la vida de González Bertolino, nota que
los puntos de contacto entre ficción y realidad se mezclan agradablemente en un
cóctel literario que funciona.
El increíble Springer tiene la particularidad de preparar al
lector desde el mismo título; el personaje narrador nos introduce a su nuevo
amigo Gastón Springer, un niño enfermizo de una familia adinerada francesa que
llega a Punta del Este en 1957. Al comienzo parece más una de esas típicas
historias de verano en la costa pero resulta imposible dejar de pensar en la
cualidad de lo "increíble". Y ahí es cuando Bertolino sorprende
retomando una anécdota escolar de su padre.
Con una prosa limpia con imágenes bellas a la hora de crear
espacios- que remiten en precisiones poéticas a Morosoli-; esta nouvelle tiene
el encanto de la literatura que no se queda encerrada en un sólo posible
público lector. Los diálogos y personajes conviven de manera apacible sacudidos
por momentos que juegan con la idea de "estar creciendo" en su
sentido más amplio.
- ¿Cómo llegó la oportunidad de publicar de este lado del
Río de la Plata?
Damián González Bertolino (DGB)- Directamente desde los
editores de Entropía, movidos a su vez por la recomendación de "El
increíble Springer" que les había hecho Elvio E. Gandolfo.
- Originalmente "El increíble Springer" tenía otro
relato (Threesomes) cuando fue editado ¿sentís que el texto cierra igual sin su
compañero?
DGB- Sí. "Threesomes" es una historia bastante
diferente a la de "El increíble Springer", ambientada en otra época
de Punta del Este, con personajes distintos y hasta escrita con otra técnica.
El marco de "El increíble..." es el del Punta del Este que los
argentinos recién descubrían sobre mediados de los '50; el de
"Threesomes", un campo de golf en los '90, frecuentado por los nuevos
ricos del 1 a 1 del Menemismo.
Pero también son historias muy uruguayas. Entre una y otra,
a pesar de las diferencias que marqué, creo que hay una propuesta. Miro ese
libro y pienso que en el fondo no deja de hablar acerca de lo que el tiempo
hizo con el lugar en el que nos criamos mi padre y yo. Así y todo, "El
increíble Springer" habla por sí mismo.
- Una de las menciones que se repiten entre la crítica
uruguaya sobre tu escritura es que "sabés hacer que lo extraño irrumpa en
lo cotidiano" ¿Cómo manejás esos universos a la hora de narrar, en
especial cuando decís que te interesan "los individuos como
historias"?
DGB- Apenas publiqué mi primer libro, uno de los aspectos que se me señaló fue ese,
justamente, el de la extrañeza. Y entonces vienen aparejadas ciertas
filiaciones literarias que en cierto modo yo evito, no porque esos autores no
me interesen, sino porque siempre pienso que esa extrañeza para mí es más vital
que literaria. La vida es demasiado extraña e incomprensible, y nuestros sueños
forman parte de la realidad. No hay más vueltas. Lo viví desde niño con las
historias que me contaban, con lo que ocurría a mi alrededor, etcétera. La
propia historia de "El increíble Springer", la del niño que crece
extraordinariamente, fue algo que le ocurrió a mi padre con uno de sus amigos
de la infancia en los mismos escenarios que yo recreo en el texto. Creo que en
esas experiencias inusuales uno halla algo también inusual del personaje.
- En una entrevista que te hizo Mario Delgado Aparaín
contaste la anécdota de tu padre, de niño, dándole un vaso de agua a un
exPresidente e inmediatamente esa imagen me llevó a tu texto. En "El
increíble..." una tortuga, Mirtha Legrand, una bicicleta o un gato forman
parte de escenas poderosas que nutren la trama ¿Cómo es tu proceso de
escritura?, ¿Trabajás con memorias emotivas?
DGB- Para escribir una historia puedo partir de cualquier
cosa: una imagen de un sueño, algo que le oí a mis padres o a los vecinos,
situaciones que veo en la calle, lo que sea... De todas formas, creo que en un
libro tiene que haber, ya sea visible o no, una propuesta, una pregunta o la
respuesta a esa pregunta. Contar una historia porque sí, por vistosa que sea,
no es suficiente. Debería proponer algo con respecto a la vida. Si siento que
lo que escribo no «propone» algo, no me siento confiado o cómodo. A veces lo
encuentro en la marcha, como cuando escribí «El fondo». Otras cosas quedaron en
el camino porque eran pura vanidad o porque eran como una sucesión de chistes,
y porque no me decían nada sobre la vida.
En cuanto a la memoria, es cierto; tiene para mí su
preeminencia. Entre mi niñez y mi adolescencia conocí una cantidad sorprendente
de personas vinculadas a diversas actividades y de distintas clases sociales.
Hubo situaciones que viví o que presencié y que para mí constituyen una explicación
del dolor o de la alegría de las personas que me rodearon. Volver sobre esas
situaciones a través de la memoria y la escritura me ayuda a conocerme y a
rescatar lo que ya no existe. Nada nuevo bajo el sol. Pero qué importa que no
sea nuevo si te ayuda a respirar.
- Otro dato que se cuela en la nouvelle, y que se une a tu
historia personal, es tu infancia en un
barrio humilde frente a un campo de golf. Infancia y lugar de los que elegiste
remarcar la resistencia como cualidad aprendida ¿sentís que esa experiencia
propia puede leerse en "El
increíble..."?
DGB-Sí, por supuesto. La escritura de “El increíble
Springer” es mi íntimo homenaje a mi padre, a quien considero un sobreviviente
en el sentido más amplio del término. El lector del libro no tiene porqué
saberlo; no hace falta, quizás, porque la historia debería leerse
independientemente de lo que la haya suscitado. Lo que yo busqué y encontré en
mi intimidad al escribir el relato es, justamente, algo muy mío, y en su
publicación el texto debería valerse, en cambio, por otros atributos. Con esto
quiero decir que, de todo lo que he escrito, “El increíble Springer” es el
relato del que menos me podría afectar un comentario desfavorable, porque en
esa escritura yo siempre voy a estar con mi padre.
Sin embargo, tengo que decir que escribí esa historia más
por lo que desconocía que por lo que sabía de la infancia de mi padre.
Escribir, imaginar fue una manera de conocer o completar una parte de la vida
de mi padre de la que no se hablaba mucho.
- Hay cierta visión infantil- más allá del personaje- en tu
texto ¿Cómo manejás el lenguaje para que tu mirada adulta en retrospectiva no
se cuele?
DGB- No lo sé bien. Quizás lo que me ocurre es que esa
"mirada adulta en retrospectiva" no es tan adulta y tiene lo suyo de
infantil, también. A veces me descubro observando con cierto rechazo el mundo
adulto y sus prácticas, incluso las más triviales, esas que revelan el peso de
una convención social, etcétera. No quiero decir que me niego a crecer ni nada
por el estilo. Nada que ver. Lo que sí noto es que muchas veces me encuentro
observando a los adultos, los adultos como yo, del mismo modo en que los podría
observar un niño. Ese asombro en la mirada contribuye a la escritura.
- ¿Creés que formás parte de una "literatura del
mar"?
DGB- El término «literatura del mar» es controversial en
Uruguay, porque sacando algunos casos aislados y muy valiosos (pienso en Carlos
María Domínguez), parecería que nuestras letras están de espaldas al mar o que
lo utilizan, llegado el caso, como algo funcional. Para escribir sobre el mar
también hay que conocerlo, así como la vida que lo rodea. En mi caso, nunca
navegué, no me interné jamás mar adentro; pero crecí a su lado y tengo algunos
familiares más o menos directos que han desempeñado oficios relacionados con el
mar.
De hecho, uno de mis bisabuelos paternos solía integrar a
principios de siglo XX las expediciones que se hacían desde Punta del Este a la
Isla de Lobos para matar lobos marinos a mazazos y comercializar después su
pelaje. Así que en varias de las cosas que he escrito aparece el mar como un
escenario natural para los personajes. no creo que forme parte de una
literatura del mar, pero me gusta la idea de haber contribuido aunque sea un
poco a su visibilidad en nuestra narrativa.
- Luego de tu celebrada novela "El fondo" llegó
"Los trabajos del amor" ¿Qué podés contarnos de esta novela negra?
DGB-Curiosamente, es lo primero que escribí; antes de
"El increíble Springer", "El fondo" y otras cosas. Se
publicó recién en 2015 porque estuve dándole vueltas durante mucho tiempo. Es
la historia de dos delincuentes (o más bien "malandros", como les
llamamos acá) que tienen que cumplir con la tarea que les asigna su nuevo jefe:
transportar el cadáver de un hombre que falleció en un motel hasta su hogar y
dejarlo allí sin que su familia se entere. Sin embargo, la historia excede lo
argumental. Me interesaba más una cuestión de la mirada, de la perspectiva. La
novela se publicó aquí como un policial, más precisamente en una colección de
ese género. Pero lo cierto es que nunca se me pasó por la cabeza escribir un
policial, aunque entiendo que pueda ser leído desde las marcas del género.
Lo que quise hacer fue escribir una historia ateniéndome
sólo a los personajes y su mirada de la realidad, como una exploración de un
tipo humano, que es el del "malandro". En ese sentido, por cómo está
dada la perspectiva, siempre vi "Los trabajos del amor" más cerca de
la picaresca que del policial.
- Hace poco me preguntaste sobre el valor de los libros en
Buenos Aires y remarcaste la diferencia con Uruguay ¿qué otras diferencias
encontrás en los universos literarios y/ o editoriales entre ambos polos de
escritura?
DGB- Sacando la cuestión del precio de los libros, es obvio
que para un escritor uruguayo el mercado argentino ofrece posibilidades mucho
más amplias en cuanto a la difusión. Por otra parte, en cuanto a los universos
literarios entendidos como "el mundillo literario", sé muy poco. No
conozco mucho el ambiente ni del lado de Buenos Aires y tampoco el de
Montevideo en el sentido de "estar ahí"y formar parte de las idas y
vueltas. Vivo a cierta distancia de Montevideo y lo miro todo de lejos. Aunque,
claro, estoy más o menos al tanto de lo que se publica en un lado y otro. Creo,
en cambio, que en Buenos Aires, desde los medios, existe una promoción mucho
más fuerte o marcada de los narradores argentinos que la que se efectúa acá
sobre los uruguayos.
- ¿A quiénes leés?
DGB- No tengo una fijación en especial con ningún autor.
Siempre me encuentro leyendo cosas diversas y por lo tanto suelo tener períodos
en los que me concentro en ciertos autores. En los últimos tiempos: Francois de
Chateaubriand, Elias Canetti y V.S. Naipaul. Sin embargo, ahora mismo estoy con
cuatro lecturas que se complementan bien: "Escribir", de Marguerite
Duras; "La muerte del padre", de Karl Ove Knausgard;
"Mecánica", de Francois Bon y "Como si fuera poco", de
Roberto Appratto.
- ¿Cuáles son los libros más preciados de tu biblioteca?,
¿Cómo te llevás con los libros digitales?
DGB- Las obras completas de Juan José Morosoli. Una edición
autografiada de "Estambul", de Orhan Pamuk (me resbalan los
autógrafos, pero Pamuk es un grande). Tres tomos con correspondencia de Pierre
Teilhard de Chardin: sus cartas de viaje, las de Hastings y París y las de
Egipto. Un tomo con las obras de Cyril Connolly. Los apuntes de Elias
Canetti...
También tengo en gran estima un ejemplar de "El
proceso", de Kafka, que me llegó en un paquete junto a otros libros que un
socio del club de golf, dueño de librerías en Buenos Aires, me enviaba de
regalo todos los años. Yo era adolescente. Un verano le pedí "El
proceso", entre varios libros. Más o menos en abril, como cada año, me
llegaba el paquete a mi casa. Cuando llegó el verano y el socio volvió al club,
me preguntó si había recibido el paquete aquel año. Le respondí que sí y luego
me contó que en la librería nunca supieron si el cadete que llevaba el envío
hasta la agencia de correos había cumplido con la tarea. Nunca regresó a la
librería. En el camino, fue asaltado y baleado por unos ladrones. Murió en el
acto. Estaba casado. Tenía tres hijos pequeños. Lo último que hizo en su vida
fue enviarle un paquete con libros a alguien que no conocía. Cuando veo esos
libros en mi biblioteca, en especial "El proceso", porque era uno de
los que yo más deseaba leer en esos días, no puedo dejar de emocionarme y
pensar que un día me gustaría conocer a la familia que quedó destruida por esa
muerte.
Por otro lado, me llevo muy bien con los libros digitales.
Tengo un Kindle y leo mucho más desde que me lo compré, porque, incluso, hasta
me permite leer comiendo, así como otra gente mira televisión, lo que es casi
imposible de hacer con un libro de papel.
- ¿Ya estás trabajando en un nuevo texto?
DGB- Desde hace un tiempo estoy con dos novelas, una más
avanzada que la otra, aunque lo que me tiene más ocupado por estos meses es un
libro autobiográfico que espero finalizar pronto y que se llama "El origen
de las palabras". Como lo adelanta el título, es un libro en el que la
presencia del lenguaje y su construcción tienen una presencia central. En
cierto modo, cuenta cómo fue que empecé a interesarme por escribir y cómo ese
interés se cruza con la historia de mi familia y en particular con el
sacrificio que mis padres hicieron para que mis hermanos y yo saliéramos de la
pobreza.