Sobre Las esferas invisibles de Diego Muzzio.
Por Maximiliano Tomas para La Nación.
Dos novedades editoriales simultáneas. Dos autores
relativamente jóvenes. Dos obras sobre miasmas, podredumbres y apestados. Y,
también, dos resultados diferentes a la hora de recrear una literatura del
pasado. Una de ellas es la novela breve De ganados y de hombres, firmada por la
escritora brasileña Ana Paula Maia (Nova Iguaçu, 1977). La otra lleva por
título Las esferas invisibles, y se trata de tres nouvelles agrupadas en un
mismo volumen por el escritor argentino Diego Muzzio (Buenos Aires, 1969). Por
defectos y virtudes que veremos a continuación, una queda presa de una
tradición agotada y la otra logra interpretar, desde la actualidad, la
codificación de géneros literarios que permanecían relegados.
De ganados y de hombres es el primer libro de Maia que se
publica en la Argentina, pese a que sus obras anteriores fueron publicadas en
Europa. La novela, dividida en once capítulos cortos, sigue la vida de un grupo
de hombres que trabaja en un matadero, en el marco de una geografía apestada
por los desechos de las faenas que se vierten ilegalmente en la naturaleza
circundante: al lugar se lo conoce como el Valle de los Rumiantes (por la
múltiple presencia de mataderos y fábricas de hamburguesas) y al cauce que lo
atraviesa, plagado de sangre y vísceras, Río de las Moscas. El protagonista es
un tal Edgar Wilson, el encargado de voltear el ganado, es decir, de atontar a
las vacas a golpes de maza antes de que sean pasadas a degüello. No pocas veces
Maia se solaza en la descripción cruda de las diversas etapas del faenamiento,
logrando escenas de una vívida impresión, aunque cueste encontrarles la
pertinencia, ya que parecen transcurrir de forma paralela el desarrollo
argumental del relato, como ilustración documental. Porque el motor de la
historia son los devaneos de Wilson, sus jornadas de trabajo, y la manera en
que ciertos hechos misteriosos (la desaparición de ganado durante las noches,
la salinización del agua del río, cierta fatalidad que se abate sobre las vidas
de los empleados del matadero) afectarán el curso de sus días.
Aunque en la contratapa se relacione a Maia con Rubem
Fonseca, es más sencillo atribuirle a De ganados y de hombres cierta filiación
con la literatura americana rural de principios del siglo XX, sobre todo con la
obra de John Steinbeck (la similitud del título con uno de sus libros más
conocidos, Of Mice and Men, no parece ser gratuita). El laconismo de los
personajes, el lenguaje simple, la morosidad del relato hablan de un homenaje
consciente. ¿Cómo y por qué volver a una literatura que parece agotada hace
tiempo, si no es desde la actualización por la parodia o el pastiche? La
narración avanza y amaga con resolver una serie de enigmas que finalmente jamás
se aclararán. Y los personajes, vacíos de motivos y pensamientos, tampoco
sufren verdaderas transformaciones. Al mismo tiempo, flota sobre la trama
cierta condena moral, un juicio externo (¿la propia ideología de la autora?)
sobre el derramamiento de sangre animal, aunque sea para alimentación humana.
¿Estamos frente a la primera novela vegetarianista de la literatura brasileña
contemporánea? El epígrafe que cierra el libro, atribuido a Dostoievsky, parece
abonar esta teoría.
Del otro lado tenemos los tres relatos ("El
intercesor", "El ataúd de ébano" y "La ruta de la
mangosta") de Muzzio, quien ya había publicado volúmenes de cuentos, de
poesía e incluso de literatura infantil. En Las esferas invisibles también se
revela una apuesta a reelaborar cierta tradición literaria, en este caso
todavía más lejana: los cuentos de fantasmas y aparecidos del siglo XVIII y
XIX. Hay un hecho histórico que hilvana las tres nouvelles (el brote de fiebre
amarilla que se extendió por Buenos Aires desde enero de 1871 y acabó matando a
catorce mil personas) pero sobre todo hay una manera de contar a la que el
libro es fiel de principio a fin: un clasicismo que se hace evidente en la
estructura de los relatos y en el registro lingüístico. La virtud más evidente
de Las esferas invisibles, más allá de la proliferación narrativa y de la no
menos virtuosa capacidad imaginativa, reside en trasplantar un modelo original
(ya sea el gótico, el fantástico o el terror) a una geografía como la
rioplatense, donde no ha sido cultivado con persistencia: Muzzio escribe desde
el siglo XXI pero mirando por el retrovisor a un horizonte que está dos o tres
siglos atrás, como si uno pudiera cruzar a Mary Shelley y a Poe con Sarmiento y
Echeverría. Lo de Muzzio está más cerca de ciertas narraciones de Leopoldo
Lugones y de Macedonio Fernández que de Mujica Láinez o Sabato.
"La ruta de la mangosta" quizá sea el relato más
ambicioso y el más logrado de los tres. Se trata de la autobiografía de un
personaje llamado Lisandro Martínez, que enfermo de fiebre amarilla escribe
desde su lecho de muerte. Allí nos revelará cómo el amor de una mujer tísica lo
empujó a viajar por el mundo siguiendo el rastro de las grandes masacres de las
guerras entre naciones, en busca de un misterioso elemento vital captado a
través de las fotografías de cadáveres (algo llamado "lúmina") y que,
luego de ser mezclado con opio e ingerido, ha logrado mantenerlos con vida
hasta ese momento.
La forma en que la literatura sacude el polvo del pasado es
lo que determina si en una obra nueva existirá reproducción o recombinación. En
la reproducción la nostalgia y el homenaje ahogan cualquier atisbo de productividad.
Es en la apuesta por la recombinación donde se cifra la posibilidad de
realizar, desde el presente, un verdadero aporte a la tradición..
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