jueves, octubre 08, 2015

Dibujar cada una de las letras

Por Ezequiel Alemian para Revista Ñ

 
 
 
Ensayo. La literatura, propone Sergio Chejfec, tal vez consista en enunciar temas en extinción o disolución. En su nuevo libro, el narrador argentino se pregunta por el estatuto físico de la escritura.
Nacido en 1915, Enrique Wernicke publicó cinco libros de cuentos, dos novelas, teatro y poesía, y murió en 1968, “convencido de la inutilidad de lo que había escrito”, señala Sergio Chejfec en las páginas finales de Ultimas noticias de la escritura. 
“Hace bastantes años”, “escribiente antes que escritor”, Chejfec ocupó tardes enteras copiando relatos de Kafka, con la idea de que algo de su literatura se impregnaría en la propia gracias a la transcripción. “La escritura, para mí, ha estado ligada desde un principio a una idea de disciplina moral, de la que, aun cuando me queda por escribir bastante menos de lo que tengo escrito, me resulta difícil separarme”, dice. La transcripción de Kafka se da en la misma época en que descubre a Wernicke. 1975. Ese año, la revista Crisis publica una selección de los diarios inéditos de Wernicke. La edición se completa con imágenes del manuscrito. “Observar en ese momento la materialidad de su escritura me permitió intuir aquello que la letra evoca a través de sus rasgos: la entrega casi dogmática a cómo –más que a qué– se está escribiendo”. 
Últimas noticias de la escritura es un texto que se pregunta por el estatuto físico de la escritura. Ese estatuto elusivo, tensionado por técnicas, artefactos y disciplinas diversas, no en su definición, sino en su capacidad de “deslizamiento y reverberación”, Chejfec lo ausculta recurriendo a experiencias diferentes. En el Pierre Menard, autor del Quijote , de Fabio Kacero, en que el artista transcribe el dibujo de la letra borgeana, Chejfec indaga la ambivalencia entre las nociones de copia e imitación, la apropiación como virtud y fraude. Después de atribuir el interés por la letra manuscrita a la práctica plástica, más que a la literaria, remite a la función autorreflexiva de la escritura a mano tal como se presenta en El discurso vacío , de Mario Levrero. La literatura, propone Chejfec, tal vez consista en enunciar temas en extinción o disolución. 
Recuerda el reaprendizaje de Robert Walser, cuando pasó de usar pluma a usar un lápiz pequeño, y narra el proyecto de Tim Youd, de copiar a máquina, cada una sobre una sola hoja, cien obras importantes de la literatura. Escribir a mano, escribir a máquina, escribir en una computadora. A pesar de las diversas formas materiales de la escritura, “la organización textual sigue siendo básicamente la misma”, dice Chejfec: “la palabra, la línea, el párrafo, la página”. 
Define a la escritura en pantalla (¡sin conexión!) como una escritura “pensativa”. Inmaterial, con un carácter propio casi nulo, próximo a la abstracción, a la idea de escritura sin soporte, todas sus operaciones de digitación reducidas a un mismo tipo de proceso, “permanece en un estado de latencia e incluso de reflexividad del que los textos carecían en épocas anteriores”. Esta condición flotante de la escritura sobre la pantalla aparece incluso como más distintiva y ajustada que la física. 
“Quizás una de las pocas opciones de una escritura que busque preservar su aliento primario de pensatividad sea transfigurar una voluntad gráfica alternativa en una composición que refleje la hesitación propia de toda escritura, de por sí con tendencia a ser siempre inestable”, señala. En Lorenzo García Vega, en Charly Gradin, en Milton Laufer, busca la sintaxis de los formatos audiovisuales, la textura de las mediaciones, entre azarosas y automáticas, que hay entre intenciones y resultados. En algunas experiencias de subrayado lee la recuperación del trazo físico, en el borde de la discursividad, como intento posible de restitución del carácter aurático de la escritura. Remite la frase de Osvaldo Lamborghini “No leía, pero sus subrayados eran perfectos” a una lógica setentista de traducción de textos a un sistema de consignas ideológicas o políticas más o menos relevantes o urgentes, transmisibles.
 “¿Quería decir Joaquín Torres García (como si hubiese creado una familia tipográfica privada) que la escritura es antes un acto material de fabricar palabras que traducir el pensamiento a través del propio trazo?”, se pregunta Chejfec después de haber analizado la escritura “asémica” de Mirtha Dermisache y la restitución manual que hace Fernando Bryce de los elementos tecnológicos cuando copia artesanalmente portadas de diarios. 
Ultimas noticias de la escritura se abre con un epígrafe que remite a una larga cita. No es tanto un libro lineal como una suerte de deriva. Es un libro de desvíos, de notas. De expresiones como: “tal vez”, “más adelante”, “en otro lugar”. Un libro que logra dar un ritmo argumentativo a una serie de elementos relativamente dispersos. No es un libro sobre un objeto que falta, sino sobre un objeto en proceso de constitución. O el registro de una voluntad de sondear un objeto que siempre parece resonar, irreductible, en otro sitio.
 “Ultimas”, dice Chejfec, para unas noticias que cargan con algo de lo atemporal. Quizás porque la forma en que mejor se organizan experiencias como las que trabaja este libro incitante, abierto, “no conclusivo”, no sea la vertical de las variaciones temporales, genealógicas, sino la de aquella figura a la que estas experiencias tanto han recurrido: la del big bang, y su constelación.

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