Juan Rapacioli entrevistó a Sergio Chejfec para Télam sobre Últimas noticias de la escritura
Publicado por Editorial Entropía, este ensayo surge a partir
de la compra de una libreta verde que acompaña desde hace tiempo a Chejfec,
“como si se tratara de un talismán equivoco”, según explica el escritor al
comienzo del libro.
Autor de novelas, cuentos, poemas y ensayos, Chejfec (Buenos
Aires, 1956) es uno de los escritores más reconocidos de su generación. Entre
sus publicaciones figuran Modo linterna, La experiencia dramática, El punto
vacilante, Los incompletos y El aire, entre otros libros.
En diálogo con Télam, el escritor argentino, que reside en
el extranjero, habló de la construcción de este libro, al que definió como una
mezcla de testimonio de su experiencia, "habiendo pasado por distintas
herramientas o hábitos de escritura, y de reflexión sobre la escritura
literaria -más bien narrativa- en un momento en que la tecnología tiende a
apropiarse incluso de los originales manuscritos, por otra parte ya
residuales”.
En una parte del libro decís que "lo digital en su
conjunto tiende a producir, en algunos casos, nuevos verosímiles de
representación narrativa”. ¿Podrías ampliar esa idea?
El ejemplo más a la mano está en la simulación. Es el caso
de los juegos. Son sistemas que se presentan como una emulación de la realidad.
Ya no se trata de una representación, como a la que tradicionalmente apelan el
cine o la literatura aun con distintas estrategias. Ahora son performances
digitales que reproducen íntegramente el sistema al que aluden. Es inevitable
que esto impacte en los verosímiles narrativos; o sea, los formatos de
representación que, más allá de que resulten aisladamente inverosímiles, son
creíbles.
También, en otro momento, sostenés que "el esfuerzo de
la escritura digital por solapar la ausencia de sustrato físico obedece a esa
condición incompleta, a su profunda inmaterialidad". En ese sentido,
¿pensás que se puede compensar esa ausencia? ¿De qué forma?
El punto es que nada puede compensar esa ausencia. La
literatura se distingue precisamente porque se construye con palabras escritas.
Las palabras escritas invocan una presencia o referencia respecto de la cual
ellas mismas no son garantías de verdad. La imposibilidad de compensar esa
ausencia convierte a la literatura, y a lo escrito en general, en algo tan
intrigante.
En cuanto a los manuscritos, ¿te parece que existe una
relación íntima entre la letra de los escritores y su obra?
No tanto “letra” entendida como disposición plástica, como
ese dibujo más o menos armónico o estilizado que llamamos caligrafía. Sí
“letra” entendida como palabra escrita, ya sea manuscrita o impresa, o en
cualquier otra forma. Por ejemplo, Proust o Joyce no podían resistir las
pruebas de galera para agregar texto, no solamente correcciones, en lo que
después serían sus grandes obras. Pienso que lo escrito tiende a proponer su
propia proliferación, más o menos autónoma de la voluntad de quien escribe o
lee. Por otro lado, no podría separarse la escritura, por
ejemplo, de Juan L. Ortiz de su preferencia por los formatos pequeños. ¿Cuál
era la “letra” de Ortiz? ¿Aquella que dibujaba al escribir o la que prefería
que se usara para componer sus libros? Quiero decir, Ortiz escribía los
originales con su letra, obvio, pero algo en la prosodia de sus composiciones
derivaba de la imaginación gráfica vinculada con la letra impresa de formato
pequeño con que él prefería ver impresa su obra.
En otra parte decís que tu relación oscilante con el
cuaderno te permitió vislumbrar una dimensión de la escritura a mano: es
estatuto físico de la propia escritura. ¿Cómo fue esa revelación?
A veces uno establece con los objetos que acompañan durante
mucho tiempo una relación utilitaria y simbólica a la vez. Pero es el tiempo,
si se produce una cohabitación prolongada, lo que convierte las cosas en
fantasmas. Tengo un cuaderno de notas hace muchos años. Como carezco del hábito
de escribir constantemente en él, pero siempre lo tengo a mano, se ha
convertido en una presencia vigilante: me anuncia que todo aquello que no he
escrito en sus páginas lo escribí en una pantalla de la computadora. A veces
siento que ese cuaderno es eterno en la interminable frustración que sugiere:
nunca será llenado.
¿Cuál crees que será el futuro de la escritura o la
escritura del futuro?
No creo que vaya a ser muy distinta de cómo es hoy, bastante
subterránea. Me refiero a la escritura literaria. Pero sobre todo diría que no
me siento muy afirmado como para hacer predicciones.
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