Sobre Mi descubrimiento de América, de Vladimir Maiakovski
En Revista Veintitrés por Lucas Cremades
Lo digo para afirmar el derecho y la necesidad que tiene el
poeta de reorganizar y reciclar el material visible, en vez de pulir lo que es
evidente a simple vista”. Con esa necesidad imperiosa de que sus pensamientos y
observaciones calzaran en los oídos del pueblo, materializando así su dual y
compleja relación entre lo artístico y lo político, las crónicas de viaje de
Vladimir Maiakovski (Baghdati 1893-Moscú, 1930) de su paso por algunos países
de América entre 1925 y 1926, forman parte de los tesoros que una de las
figuras de las vanguardias estéticas de comienzos del siglo XX legó a las
generaciones futuras, en vistas “de una lucha lejana”. El autor de Poesía y
revolución narra sus recorridos durante una visita fugaz a Cuba, un paso por
México y una estadía imperdible –por la intensidad de sus observaciones– de 6
meses por Nueva York, Chicago y Detroit. En cada estadía y región, el
dramaturgo nos alcanza con su agudo razonamiento: “La excentricidad de la
política mexicana y sus rasgos insólitos a primera vista se explica por el
hecho de que sus raíces se encuentran no sólo en la economía de México, sino
también, y principalmente, en las expectativas y los anhelos de los Estados
Unidos”. Maiakovski transmite su mirada de lo ajeno, del visitante que se
admira y se advierte en territorios lejanos a la URSS, para discurrir y
reflexionar sobre política, la desigualdad, los sistemas ferroviarios de
transporte, la explotación y la enajenación del trabajo, los objetos, las
costumbres, los modos de producción y la comunicación. Cuatro años después de
este viaje, el inolvidable escritor se suicidaría de un disparo al corazón el
14 de abril de 1930.
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