miércoles, febrero 10, 2016
Sobre Manigua
Fragmento de un extenso e interesante artículo sobre
Manigua (de Carlos Ríos) y Plop (de Rafael Pinedo)
escrito por Cecilia Sánchez Idiart y publicado en 452ºF, revista de teoría dela literatura y literatura comparada con sede en Barcelona
Manigua se abre con el comienzo de un viaje:
Muthahi ―que, tras convertirse en líder de su clan, adopta el nombre de
«Apolon»― debe desplazarse, por un mandato paterno, hacia la provincia costera
para conseguir una vaca destinada a ser sacrificada cuando naciera su hermano.
Esta práctica ritual ―que finalmente no se consumará―, al poner en relación la
muerte del animal con el nacimiento humano, anticipa ya los umbrales
eminentemente biopolíticos que la novela se encarga de interrogar, desarreglar
y poner en contigüidad: la vida y la muerte, lo humano y lo animal. Manigua
focaliza en la precariedad de materiales de desecho para narrar los itinerarios
devidas a la intemperie vacilantes en el límite de la supervivencia, bajo la
amenaza siempre presente de que una guerra pueda estallar en cualquier parte,
por cualquier motivo. Las ciudades, los templos y las viviendas están hechas de
plástico y cartón; las herramientas empleadas en la vida cotidiana de los
clanes reutilizan restos, basura o materiales poco durables (un cono de papel
para tomar agua, un cuello de botella como elemento cortante), y el paisaje urbano
en plena descomposición se caracteriza por la opacidad del agua contaminada
saturada de «fontanelas de mugre que jamás reflejarían el cielo». En tales
condiciones, no parece ya posible refugiarse en ningún interior cerrado,
impenetrable: el sitio más seguro de la ciudadela, donde duerme el padre de
Muthahi, es «con las gallinas, entre escudos de plástico y mangueras».
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