Por Noelia Pistoia para Evaristo Cultural
Circuito de Memoria es la segunda novela de Raúl Castro, un
escritor que por la solapa solo sabemos que nació en Buenos en 1936 y que en
2005 publicó su primer novela, Antuca. Sin embargo, el enigma que rodea su
figura se devela parcialmente por el carácter biográfico de la trama, que
comienza con un niño de 6 años que, en los ‘40,
construye un electroscopio en el patio de su casa gracias a un libro de
física impreso en 1868. El vínculo con la ciencia es un legado familiar, su
abuela tiene una colección de los artículos sobre Tesla publicados en La presa
y Fray Mocho, su tío le regala un baúl de partes para sus experimentos, su abuelo
librero le facilita tomos técnicos. Una vez subido “al furgón de cola de la ciencia”, se narra
en primera persona el desarrollo de una subjetividad particular en la que el
mundo exterior se presenta como una red de circuitos y tiene un lenguaje específico,
el de los símbolos eléctricos, que lo permite “olfatear las ondas
electromagnéticas en los alambrados, en los techos de zinc y en cualquier metal
aislado de tierra”.
En simultáneo la historia se vuelve permeable al contexto y
el espectáculo de la ciencia tiene como telón de fondo la historia política y
económica de la Argentina. La radio galena que él mismo construye, además de
enseñarle alrededor de mil tangos a los 9 años, le permite percibir, desde sus
auriculares y directo a su cabeza, un tono áspero, paternal, autoritario y
amable en un discurso de Perón. “Si el patrón de la estancia cierra la
tranquera con candad, rompa el candado o la tranquera. O corte el alambrado y
pase a cumplir con su patria”. Asimismo, cuando estalla la Revolución Libertadora
y las radios repiten cada cuatro horas
los mensajes de aparente control y paz, el protagonista encuentra la manera de
sintonizar Radio Colonia de Uruguay con una antena de cuadro y dos planchas de
aluminio, convirtiendo su casa en una oficina de prensa en la que se encuentran
peronistas y antiperonistas.
Los detalles que ambientan cada una de las décadas en las
que transcurre la historia, producen la misma fascinación que pasear por una
casa de antigüedades. El enfoque crítico del revisionismo histórico también
ofrece al lector la posibilidad de ver detrás de la televisión, el tranvía, los
autos, la radio -o cualquier otro aparato que haya producido el fervor propio
de una novedad tecnológica-, el resultado de procesos complejos en el que
participan diferentes factores pero, sobre todo, el Estado.
Publicaste tu primera novela a los 69 años. ¿Tuviste un
acercamiento tardío a la literatura o no te decidías a publicar?
Integré el grupo literario que llevó adelante la revista
“Cero” entre 1964 y 1967. Circuló por quioscos y librerías porteñas junto a sus
hermanas mayores: “El escarabajo de oro” y “Panduro”. Publicamos como novedad
la poesía de Ho Chi Minh y un cuento inédito del Che. En esos años escribía
poesía y algunos de esos trabajos aparecieron en antologías, como El corno
emplumado, editada en México.
La biografía que se cuenta en Circuito de memoria está
completamente ligada a la historia de la ciencia y las posibilidades del
desarrollo científico en la Argentina, ¿Esta trama surge de una experiencia
personal o es resultado de una investigación?
La trama surge de la experiencia personal y de ser testigo,
durante siete décadas, de los procesos evolutivos de la ciencia en general. El
desarrollo científico argentino ha sido quebrado en varias ocasiones. A pesar
de su extraordinaria capacidad para renacer, sin una política de Estado que
solvente los proyectos y les dé continuidad en el tiempo, no tiene chance.
En algún momento esbozás la disputa construida entre las
ciencias “blandas” y las “duras”, ¿cuál es tu opinión al respecto?, ¿considerás
que es una polémica vigente?
Creo que la disputa entre ciencias “blandas” y “duras” ya no
tiene vigencia. En las ciencias físicas, a medida que aumenta el conocimiento,
aumentan las dudas. Hasta que se verificó la certeza de la teoría de la
relatividad de Einstein, las leyes de Newton eran inmutables. Ahora desde la
mecánica cuántica se sospecha de la teoría de la relatividad. El comportamiento
de las partículas elementales se vuelve impredecible. Se acumulan hipótesis, y
los físicos navegan en la niebla, sorprendiendo con sus excelentes resultados.
Estoy convencido que el origen de muchas teorías es la intuición.
En el capítulo correspondiente al año 1956 escribís que
“como la Universidad Tecnológica fue un invento peronista, la habían
ninguneado. De hecho, se discutía el título”. ¿Considerás que existe alguna
similitud con el proceso de “desperonización” que se vive a partir de las
últimas elecciones?
Es la misma matriz: escarmiento, vaciamiento cultural y
suspensión de toda idea de independencia. Un esquema elemental, poderoso, para
encapsular todo intento de autonomía. Cada tanto a los argentinos nos toca
vivir desolados.
Si tuvieras que continuar la trama con el panorama
científico actual, ¿cómo te imaginas que sería ese escenario?
Si hablamos del panorama científico global, soy optimista.
La ciencia puede resolver muchos de los dramas que afectan a la humanidad. El
problema es político: qué uso se le da a esos logros. En ese plano, no soy
optimista. En cuanto a la ciencia en la Argentina, me duele mucho el trato que
se les da actualmente a nuestros científicos.
Actualmente, ¿cuáles son tus proyectos? ¿Tenés pensado
publicar otra novela?
Para mí, escribir es una tarea continua, inevitable. Los
resultados no me pertenecen. Cuando toman cuerpo y exigen de la voluntad, que
no cuento con mucha, me apodero de ellos y pueden terminar en novela, poemas o
ir a la papelera de reciclaje.
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