Entrevista a Leandro Ávalos Blacha en Tiempo Argentino.
Por Juan Cinelli
Dos amigos, uno de ellos recién casado con una chica rara
que conoció en la iglesia a la que asiste su madre, viajan a Carlos Paz en
temporada. Su vínculo está signado por el recelo y la envidia, que los empujan
a una competencia permanente. Pero sus vacaciones, en las que reparten el ocio
entre el casino y los espectáculos del teatro de revistas, se ven alteradas por
una serie de brutales asesinatos de vedettes que sacuden la tranquilidad de la
ciudad. Así comienza Malicia, la nueva novela del argentino Leandro Ávalos
Blacha, en cuyo primer capítulo la narración se desdobla a partir del uso de
dos narradores, uno en primera y el otro en tercera persona, para dar cuenta
del vínculo ambiguo de estos dos amigos. Tratándose de una novela policial,
dicha alternancia genera un interesante juego de confianzas y desconfianzas que
permite preguntarse por el vínculo que los lectores establecen con un texto, a
partir de quién y cómo lo relata. Pero Malicia no sólo es una novela policial:
una serie de elementos entre fantásticos y sobrenaturales pronto la convierten
en un lúdico cruce de géneros, en el que no faltan el terror, la ciencia
ficción, el pulp y el noir. Un híbrido extraño y delicioso en el que Ávalos
Blacha se mueve con gracia y astucia.
“Esta novela me llevó mucho tiempo de trabajo y me siento
muy a gusto con el resultado final”, comenta el autor. “Y siempre está bueno
ver qué repercusión tiene entre los lectores o qué lecturas hacen los
periodistas. No desde el lugar de cuánto puede influenciar una crítica negativa
en mi modo de escribir, porque creo que los libros no tienen por qué gustarle a
todo el mundo. Pero me interesa conocer las distintas lecturas que puedan
tener, incluso en lectores que por ahí no sienten ninguna filiación con los
distintos géneros con los que juega la novela, aunque tampoco se inscriba
decididamente en ninguno de ellos”.
-Ese cóctel de géneros y la representación del universo del
teatro de revistas está atravesado por el humor como elemento vital, a partir
de una mirada que nunca se permite ser burlona.
-Es que una mirada burlona no fue algo que me interesara
cuando se me cruzó por la cabeza hacer algo con el teatro de revista, que no
era un mundo que conociera en lo más mínimo. Me interesaba tratar de entrar en
ese mundo pero no de manera prejuiciosa ni para hacer una sátira, sino para ver
de qué se trataba, cómo era una revista e incluso ver qué había pasado con ese
género que seguía teniendo cierta vitalidad. O cómo había absorbido los cambios
de la figura de la mujer en la sociedad, siendo un género en el que lo femenino
tiene un lugar de objeto.
-Tomás ese universo para rodearlo de crimen y de un horror
que en primer lugar se manifiesta a través del femicidio, tema que puede
vincularse con las formas violentas de percibir lo femenino.
-Por un lado tiene que ver con esa secuencia de asesinatos
seriales, un elemento que tomé del giallo italiano en el cine. Fue un
disparador: imaginar una serie de asesinatos que tuvieran a la temporada del
teatro de revista como escenario. Lo que pasa en muchos giallos es que al
intentar descubrir a la persona que cometió los crímenes se termina mostrando
un fresco de la sociedad. O al menos del grupo de personas que rodeaban a una
víctima y cómo afloran las miserias que permiten creer que cada uno podría
haber tenido un motivo para querer matar. Creo que eso es algo del terror que
en esta novela funciona bien, más allá de los asesinatos en sí y de que lo más
gore no son los crímenes, sino esa pulsión individualista que tienen algunos
personajes. Creo que el horror está en ese círculo más que los crímenes mismos.
-La novela empieza en un tono de realismo policial cruzado
por cierto costumbrismo, pero luego se dispara hacia lo inesperado.
-Mi intención era que la novela no entrara directamente con
el código fantástico, sino que eso fuera apareciendo de a poco. Quizá por este
interés que tenía en hacer algo sobre la forma del giallo, sobre todo las
películas de Darío Argento o Mario Bava, donde de repente hay alguna trama
policial en la que se presenta una hipótesis más ligada a lo sobrenatural como
puerta posible para la resolución de un crimen. Quería que esa cuestión más
fantástica fuera apareciendo de a poco, cuidando cierto verosímil. Que aún
cuando la novela tuviera que ver con extraterrestres o satanistas, encontrar la
manera de que no fuera un disparate, sino que fuera un mundo más realista en el
que estas cosas van apareciendo.
-¿Y esa fachada costumbrista en torno al teatro de revista
te sirvió para eso?
-Era la intención, aunque nunca lo tomé sólo como un
decorado, sino como algo que es fundamental en el desarrollo de la novela.
Además hay muchos giallos que tienen escenarios artísticos, como la ópera, la
academia de baile o la escuela de modelos. En todos esos ámbitos está la figura
femenina como cuestión central y entonces el mundo del teatro de revista me parecía
ideal para esta historia. Otra cosa que me atrae del giallo es que muchas veces
la mujer no es solamente la víctima, sino que son también los asesinos, y
tienen un rol muy activo en las historias. Y siento que en todo lo que escribo
los personajes femeninos son siempre los que cargan con el peso dramático y van
haciendo que las tramas se muevan.
-¿Sentís que en tu escritura hay una influencia de la
narrativa del cine?
-Creo que el cine me sirve de disparador, para pensar
momentos o climas. Acá el cine me dio la estructura de la historia, porque casi
todo estaba dado a partir de los elementos que veía que aparecían de manera
recurrente en estas películas. Sentía además una filiación con el hecho de que
se trata de películas que a veces incluso son malas o no aspiran a una
perfección y eso también me interesa: una literatura que se atreva a buscar a
través de una forma fallida, pero que busque algo que no sea lo convencional.
-Es muy fácil pensar en una adaptación al cine de Malicia.
Ahora, ¿fantaseás con la idea de una adaptación al formato del teatro de
revista? Porque dentro de la novela te das el lujo de casi de escribir el guión
de una revista.
-Y… si alguien quisiera hacerla (risas). Por mí encantado.
Creo que uno tiene que escribir la novela y después lo que pase con el libro ya
no tiene tanto que ver con uno. Esos cuadros y números musicales que describo
dentro de la revista tenían que ver con los de algunas obras que había visto, o
el personaje de la vedette que encabeza el cartel del espectáculo es
básicamente una doble de Moria Casán. Cuando fui a ver algunas obras del teatro
de revista lo que estaba muy avejentado era todo lo que tenía que ver con el
humor. En una creo que estaba Beto César y era un humor en el que parecía que
no hubiera cambiado nada en 30 años…
-Lo más probable es que lo que no haya cambiado en 30 años
sea Beto César.
-Sin dudas (risas). Era muy impresionante. Me parece que
estaba en una revista de Carmen Barbieri. Era un año en el que ella y Moria
estaban peleadas y era el tema del verano. En las dos obras pasaba que los
cuadros de baile eran lo más atractivo, porque hay un auge del baile, mucha
gente joven que se dedica a eso y me gustó la posibilidad de incluir algo de
esos pequeños cuadros. Pero también está ese otro lado de la revista
retrógrada. No sé cómo se podría llevar todo esto a la revista, pero si alguien
se animara, bienvenido.
-¿Escribir esta novela no habrá sido una excusa para
legitimar el placer culpable de ir a ver teatro de revista?
-No (risas). Es algo que hubiera hecho de todas formas sin
ninguna culpa. En todo caso fue encontrarle una utilidad a haberlo hecho y al
haber perdido tanto tiempo viendo Intrusos y cosas así. Creo que hay algo del
morbo que se juega en estas obras y me quería dar el gusto de hacer una novela
con eso. «
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