Lectura del libro de crónicas de Cynthia Rimsky en el blog Blucansendel. Por Wenceslao Bottaro
Un álbum de fotos hallado en un mercado de Santiago de Chile
es el punto de partida de un viaje que lleva a la escritora Cynthia Rimsky por
ciudades de Europa, Asia y África.
Un domingo de octubre de 1998, la autora pasea por el
Mercado Persa de Arrieta en Santiago de Chile. Hurgando entre los trastos que
ofrecen los puestos, halla un álbum de fotos, de tamaño pequeño, forrado con un tapiz. Al abrirlo, en
la primera página, encuentra la frase “Plitvice in Jezersko/ Rimski Vrelec/
Bled”, y aunque no entiende qué significa y el “Rimski” del libro no coincide exactamente
con su apellido, esa palabra fue el comienzo de un viaje hacia su historia
familiar.
Poste restante de Cynthia Rimsky (2016, Editorial Entropía)
es un libro de viajes muy original desde el punto de vista formal.
Está escrito en forma de diario, con capítulos son breves e
incluye en el relato imágenes del álbum
de fotos que desencadena el viaje y cartas, que envía la autora y que recibe de
sus familiares de Chile a lo largo de su viaje. El relato, fragmentado, se
completa con otras imágenes como mapas y papeles manuscritos que usa la viajera.
Pero lo que más llama la atención es que está narrado en tercera persona: “Cada
vez que la viajera se aventura a un nuevo lugar…”. Al principio suena raro,
pero a las dos o tres páginas fluye con naturalidad.
Luego de un breve paso por Londres, el viaje comienza en Tel
Aviv, donde intenta rastrear su apellido aunque sin suerte. De aquí en
adelante, principal actividad de Cynthia Rimsky es deambular aparentemente sin
objetivo.
Por los diferentes barrios de Tel Aviv, y en otros pueblos y
ciudades de Israel, la autora se mezcla con la vida cotidiana: habla con
algunas personas, se mete en un cine, en locales, transita calles al azar, va a
las plazas. No busca acumular visitas a lugares históricos ni a lugares
turísticos, por el contrario, su mirada se detiene en los comportamientos de
las personas de cada lugar.
Sus interlocutores no son referentes ni especialistas, sino
personas comunes que conoce en sus paseos. De estos encuentros casuales salen
breves diálogos que se van incorporando a la narración, fragmentada y dinámica.
Debido a su origen, indaga en el pensamiento judío, aunque
en muchos aspectos toma cierta distancia y hasta rechaza. Habla con un fanático
ortodoxo que vive en un local derruido que le dice: “El único sentido de estar
aquí es porque fuimos elegidos para ser la conciencia del mundo”. Y también:
“La guerra con los palestinos no hay que verla de forma política. Dios nos puso
esta prueba para evitar que vayamos por el camino fácil del placer y la
comodidad ahora que tenemos un Estado”.
Luego de varias semanas en Israel va en barco a Chipre,
donde varios días con la intensión de escribir pero termina consumiendo el
tiempo en vincularse con los nativos y turistas de la isla.
Cuando deja el Mediterráneo pasa a Turquía: viaja por
Dalyan, Fethye, Olympia; en Capadocia, luego de andar varios meses sin certezas
que vincularan el álbum de fotos con el origen de su familia, dio con una
pista.
Una mujer con la que comparte la pensión donde se hospeda
reconoce el lugar de las fotos del álbum: es su país, Eslovenia. Por la eslovena, Cynthia Rimsky se entera que “Plitvice”
significa vacaciones, que “Bled” es un balneario a orillas de un algo y que
“Jezersko” es un pueblo de las montañas en la frontera con Austria. Por otro
lado, se entera que “Rimski” significa baño romano, por lo que “Rimski Vrelec”
es una zona de baños termales.
Pese a que con estas revelaciones el sentido original del se
desvirtuó, la autora irá de todas maneras a Jezersko. Pero antes cumplirá con
un itinerario que la llevará a Odesa y a Kiev, en Ucrania para intentar llegar
a Ulanov, el pueblo donde nació su abuelo. Luego de dar algunas vueltas, la
autora llega a un pueblo pero no halla pistas de su familia. Y era difícil que
las encontrara porque cuando se está yendo de allí ve, un poco más adelante en
la ruta, un cartel que indica otra dirección de Ulanov; es decir, nunca había
estado en realidad en el pueblo de su abuelo. Esta última parte del libro tiene
algo de humor y absurdo.
Luego de estas frustraciones o desencuentros, cuando el
viaje está llegando a su final y aun no tiene nada concreto de lo que fue a
buscar, la viajera sigue su recorrido por Praga, Polonia, Cracovia (donde
sospecha que nació su abuela) y Austria, desde donde pasa a Eslovenia para ir
finalmente a Jezersko, el lugar que muestran las fotos.
La autora llega al lugar y descubre que es una posada que
lleva adelante una mujer, nieta del creador de la posada a comienzos del siglo
XX. La mujer reconoce las fotos pero no
a las personas. Y se alegra de poder ver una foto de cómo era la posada
original que había construido su abuelo, donde ella había nacido. Una historia,
por lo menos, se completa.
Dejo un capítulo breve que se llama Falsificaciones:
“Los turistas que recalan en Estambul cruzan al menos una
vez la explanada que une el palacio Topaky con la mezquita Santa Sofía. Por
cada turista que pasa, un vendedor de souvenirs va tras él. Como el chancho y
el afrecho, como el agua estancada y los mosquitos, son indivisibles.
La mercancía que ofrecen es una réplica barata e inexacta de
los originales que se encuentran en el palacio y la mezquita. Su evidente
falsedad induce a pensar que ningún turista se dejaría embaucar.
Habiendo una tarde permanecido más tiempo del habitual en la
explanada, habiéndose acostumbrado los vendedores a su presencia, pudo
comprobar cómo los turistas, por cansancio o necesidad de volver con regalos
compran las baratijas que luego exhiben en sus repisas de sus casas en Oregón,
Temuco, Guayaquil, Alaska, Pekín… Con el paso del tiempo, la muerte y las
mudanzas, los objetos llegarán al mercado persa donde serán encontrados por sus
hijos o nietos, quienes asociarán las baratijas al relato mítico, volverán a
comprarlas y la réplica tomará el lugar del original”.
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