Entrevista a Cynthia Rimsky en Infobae, por Carla Grassi
Cynthia Rimsky, una de las voces más atractivas del espectro
literario latinoamericano actual, acaba de publicar una nueva novela: El futuro
es un lugar extraño (Penguin Random House). Rimsky rompe con el género
tradicional de la literatura de viaje, en general autoficcional, y lo lleva a
un extremo donde se mezclan la narrativa, la poesía, la memoria y el diálogo.
Lo especial de su escritura radica en el desplazamiento de la mirada que
fragmenta, corta, retrasa y adelanta el relato de una manera única.
Ninguno de sus libros tiene desperdicio. Desde Poste
Restante, su primer libro, reeditado el año pasado por Editorial Entropía,
hasta Los Perplejos y Ramal, una obra maestra. "Desde que leí Ramal soy
fan de Cynthia Rimsky", dice Federico Falco. "De a poco he ido
consiguiendo sus libros y disfrutándolos uno por uno. Son siempre extraños,
delicados, y llenos de detalles mínimos y perfectos. Ahora Cynthia ha escrito
una novela prodigiosa, durísima e impecable", sigue el escritor cordobés,
quien colaboró en que la autora fuera publicada en Argentina.
El futuro es un lugar extraño narra la historia de una mujer
que parece perdida en el presente, que le cuesta recordar el pasado y no
entiende cómo avanzar. Se encuentra atada en un punto caótico en el cual
conviven un juicio con su ex pareja y una democracia reciente que no se terminó
de instalar, sino que continúa el modelo de la dictadura. Todo sucede delante
de sus ojos y de los del lector, como si fuesen una cámara. Mira lo que quiere
mirar y sugiere lo que no ve, sin juicios ni interpretaciones. Las imágenes
hablan por sí solas.
Leer a Cynthia Rimsky es viajar sin moverse, es mover la
mirada, desplazarse para volver a observar al mundo desde una perspectiva
renovada.
-¿El viaje es tu único motor de escritura?
-Fue el motor de partida. Si lo miro desde ahora, resulta
extraño, ¿no? Necesitar la distancia, el trayecto, la extranjería, para
escribir. Pasé años, desde que salí de la Universidad, intentando escribir y
nunca podía terminar un texto. De pronto, en un viaje en que no sabía si iba a
volver, se produjo una mirada. La escritura vino después, cuando volví a casa y
me di cuenta que allí tampoco estaba la casa. la escritura se convirtió en un
amparo. De ahí salió Poste restante. Después vinieron otros motores: la
curiosidad intelectual, experimentar el tiempo muerto o, más bien, descubrir
las vidas que hay en esos tiempos aparentemente muertos, la ficcionalidad de la
historia… En todos ellos hay, no sé si un viaje, pero un desamparo o una
intemperie, como escribe Gabriela Massuh.
-¿Cómo definirías a un viajero?
–No podría definir lo que es un viajero hoy. No sé si
realmente nos desarraigamos cuando viajamos. Llevamos tantas certezas, seguimos
tan conectados, nos han convencido que es tan peligroso saltarse las fronteras
de los espacios turísticos… ¿Llevar en el equipaje un gas pimienta, un móvil
conectado con la policía, todas las reservas previas de Airbnb? No lo sé, tal
vez hoy el viajero es el que es capaz de mover la mirada, los prejuicios, los
moldes, más que las geografías. Aunque si estuviese respondiendo durante un
viaje te hablaría de esos instantes de descubrimiento, en que de pronto se te
devela algo mínimo que te saca de la ignorancia.
-¿Sos acumuladora de objetos? ¿En qué tipo de objetos
encontrás memorias o historias reflejadas?
-Me he mudado muchas veces y, cuando creí que iba a quedarme
tranquila, me vine a la Argentina y en la aduana no te dejan pasar muchas
cosas, así que los objetos los hago aparecer en mis historias. Me gusta más
retener imágenes que objetos. Pero tampoco las retengo: por ejemplo, hace mucho
tiempo que no escribo lo que veo, las dejo ir, tengo la sensación de que no hay
que retener, que si hay algo que nos tocó, volverá a aparecer en el momento
exacto transformado en otra cosa, creo más en perder que en retener.
-¿De qué manera la Historia atraviesa cada uno de tus
relatos? ¿Qué importancia tiene en lo que querés contar?
-Cuando tenía 18 quería cambiar el mundo así que la historia
es algo central. A partir de esa frase: "Querer cambiar el mundo", la
fui deconstruyendo, la fui permeando con la curiosidad que uno no se permite en
dictadura por la urgencia: existe el mundo, qué es el mundo, qué es el cambio y
la voluntad, ¿qué es? En mis libros voy tejiendo micro historias con una
supuesta macro historia política que comienzo a socavar. En Los perplejos
cuento que la narradora va a un congreso sobre Maimónides en Córdoba y se
encuentra con un especialista que no participa en el congreso porque cree que
esos son falsos estudiosos de Maimónides y le dice que los libros escritos
sobre él en realidad son fábulas de la época. A partir de ahí me pregunto por
la veracidad de la Historia. En El futuro es un lugar extraño sumo en el olvido
la historia de la dictadura y de la pos dictadura para que afloren fragmentos
inconexos, desprovistos de sentido, superposiciones, sensaciones que quedan
sepultadas por esa abominable lógica explicativa que se le impone a la
historia.
-¿Cómo lidiás con la política, tan presente siempre en tus libros,
de una manera casi tangencial pero con contundencia a la vez? ¿Pensás en el
lector a la hora de hacerlo?
-Hablaría de una actitud crítica, de escribir desde lugares
incómodos, desde las preguntas y no desde las respuestas o las afirmaciones. A
veces, pienso en algunas personas que conozco, en las respuestas que entregan
y, a partir de ellas, invento nuevas preguntas. A mí la literatura me amplió el
mundo. Tal vez, si no hubiese sido por la lectura, hoy sería una persona más
parecida a la que mis padres criaron, entonces, la pienso un poco así, como
apertura.
-¿Cuánto investigás antes de escribir? ¿Qué recursos
utilizás?
-Soy como las vacas, rumio, rumio, mucho antes de tragar.
Sí, leo, investigo, nunca formalmente, utilizo información para borronearla,
deformarla, como una base a la que hacerle las preguntas, y también me pongo en
modo observación, en modo permeable.
-Llevás bastante tiempo viviendo Argentina pero tus textos
siguen estando atados mayormente a Chile… ¿Ves Buenos Aires como un posible
escenario?
-Buenos Aires está en el libro de crónicas Fui, que escribí
los dos primeros años aquí. Salía a la calle y todo me parecía tan extraño. En
El futuro es un lugar extraño está de un modo falseado, por ejemplo, la
protagonista, la Caldini, es un apellido argentino, el bar Roma está en
capital… Mis lecturas están ahí y aunque no aparece un Buenos Aires
identificable, la considero mi primera novela argentina por el tono.
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