[Revista Ñ, 3 de Junio]
Por Susana Rosano
Andar sin memoria, dictamina un personaje de Antuca, es estar desamparado. Y esta parece ser la premisa que da impulso a la primera novela de Raúl Castro que acaba de publicar la editorial Entropía. Aquí, la pregunta por la posibilidad del recuerdo, la búsqueda de un relato que dé cuenta de quiénes fuimos y de los restos que asoman en este devastado presente no parece tener tanto que ver con la indecibilidad del horror. De lo que se trata es de poder juntar las partes que la locura y la muerte que la última dictadura militar argentina hicieron estallar en el interior de cada uno de los personajes, y de preguntarse valientemente si es posible saldar deudas con un pasado ante el que se interpone la culpa de estar vivos y el silencioso trabajo del miedo. De alguna u otra manera, toda la sociedad podría ser pensada hoy como víctima de la catástrofe.
La novela relata a seis voces el encuentro de cinco amigos en una playa desierta del sur de Buenos Aires, veinte años después de haber compartido la experiencia de sentirse parte de la vanguardia artística porteña. Lucas, convertido en el presente en empresario, es quien convoca a sus viejos amigos a este verdadero viaje hacia el pasado, para aplazar aunque sea por un tiempo, la asfixiante sensación de que la muerte ya está instalada para siempre en su vida. Sin embargo, en la casa persiste una ausencia: la de Pascual, el único del grupo que fue chupado en Rosario. La voz de Pascual, sin embargo, se inscribe en la novela a partir de su propia búsqueda. Y en este sentido es el único que puede realmente volver y recorrer el pasado, visitar la casa donde vivía en el momento en que fue secuestrado, para reconocer que no hay retorno posible, y retomar una vida nueva en una isla del Tigre.
Lo interesante, y es precisamente lo que permite la ficción, es que no se trata aquí del relato de una militancia, tramada en blanco y negro, o de la pregunta por la validez de una lucha política, sino de algo mucho más sutil: ¿qué fue lo que nos unía en el pasado y por qué el presente se nos asoma con tanta grisura? En el intento desesperado de los amigos por revivir el "espíritu del grupo", en la propia insistencia sobre esta palabra, la novela de Raúl Castro parece sugerir que 1a dictadura dejó como saldo mucho más que muertes y desapariciones. Lo que se perdió en cada una de las vidas adultas de estos personajes, y en la sociedad en su conjunto, fue precisamente esto: la posibilidad de pensarse en comunidad, la sensación, por más utópica que fuera, de que había un presente, pero también un futuro, que nos permitía sentirnos aunque sea un poco menos solos.
En el personaje de Antuca, que da nombre a la novela y que paradójicamente nunca adquiere la voz de narradora, se cifran los deseos de cada uno de los amigos. Pero, al igual que la pregunta sobre el pasado, se trata de un deseo siempre huidizo, ocluido, absolutamente cancelado. Como aquel otro que convocó el encuentro de los cinco amigos. En el presente desolado, sólo pueden verse las ruinas de la catástrofe.
_Antuca
lunes, junio 12, 2006
Las ruinas de la catástrofe
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6 comentarios:
Uf. Volvimos. Paramos la hemorragia a tiempo.
Sí, yo, en lo personal, vengo con ideas de choque, de alto impacto.
Monolingua se declaró "anti-Rolanga" . Podrían empezar por enfrentarse por eso por ejemplo y arrancar así como una suerte de Mud fight literario para todos los fans, con desnudos cuidados, wet T-shirts con las remeras de la editorial que ví que repartían por ahí y todas esas piezas de merchandising.
La reseña está buena.
Claro, fútbol.
Como poeta que soy sólo estoy capacitado para apreciar el fútbol-champagne.
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