jueves, marzo 12, 2015

Viajes al centro del hombre

Cineastas de culto, Herzog y Waters describen, en dos libros recién editados, las peripecias existenciales de lanzarse a la ruta.

11 de marzo de 2015

Por Walter Lezcano para La Agenda de Buenos Aires



Werner Herzog también prestó su voz a un olvidable capítulo de Los Simpsons: The Scorpion’s Tale. Sin embargo, a diferencia de Waters, Herzog es un director de cine que no es para nada una celebridad. Su figura, respetadísima luego de más de sesenta películas, tiene algo de totémico y milagroso, como si fuese portador de alguna verdad no revelada y cada obra suya fuera una entrega fragmentaria de ese secreto.
Cuando se piensa en Nosferatu, Aguirre, la ira de Dios, Fitzcarraldo o en sus documentales, la imagen es la de alguien que utiliza el arte para llegar hasta los límites de las experiencias humanas, que es donde se desintegra la personalidad y surge la esencia. ¿Cómo escribe alguien que mira y filma de ese modo?
La respuesta llegó en el 2011 cuando se publicó en nuestro país Conquista de lo inútil (Entropía), una obra deslumbrante que nos trajo la voz de un escritor, hasta ese momento, desconocido. {descripción de la imagen}El diario de filmación de Fitzcarraldo es una epopeya donde las voluntades luchan contra la despiadada frialdad de la naturaleza para llegar a buen puerto una película que parecía imposible. El 18 de agosto de 1979, Herzog anota: “El tiempo tira de mí como un elefante y a mi corazón lo desgarran los perros”. Son las palabras de alguien intenso que es capaz, por ejemplo, de ir a pie de Munich a Paris porque piensa que así va salvar de la muerte a una amiga a quien admira. Bueno, eso es lo que cuenta Del caminar sobre el hielo (Entropía).
En noviembre de 1974, Herzog se entera que Lotte Eisner está muy enferma. Decide entonces ir a verla y se convence que ese viaje a pie va ser definitivo para que ella no muera. El libro es el diario de ese peregrinaje. Y al igual que en Conquista de lo inútil, Herzog muestra que la buena escritura tiene, sin importar los géneros, mucho de misterio y también mucho de revelación. En ese aspecto, todo lo que describe Herzog pertenece a un mundo desconocido y fantástico: de otra era y con otro modo de vida. De todas maneras, su escritura es la de alguien que está en la búsqueda de algo superior y es ahí donde, paradójicamente, se logra la conexión con lo terrenal, con la experiencia humana: con la necesidad de creer. 
Al comienzo de la crónica, Herzog escribe: “Un único pensamiento omnipresente: irse de acá. Las personas me dan miedo. Nuestra Eisner no debe morir, no va a morir, yo no lo permito. No morirá, no. No ahora, no lo tiene permitido. No, no va a morir porque no está muriendo. Mis pasos son firmes. Y ahora tiemble la tierra. Cuando yo camino camina un bisonte. Cuando descanso, reposa una montaña”. Herzog llegó a París el 14 de diciembre de 1974 y Eisner no solo no había muerto sino que vivió nueve años más.

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