jueves, abril 07, 2016

Humberto Bas: “Vivo meditando sobre la estructura de las novelas”

Augusto Munaro entrevistó a Humberto Bas, autor de El Sr. Ug…, para el sitio Indie Hoy


En 1983, en una carta a la escritora Liliana Heer, en torno a su primera novela, Bloyd, César Aira le confesó refiriéndose al estilo con que ella había escrito aquella mítica nouvelle gótica: “A veces pienso que toda la literatura actual es una serie de variaciones sobre (y disgregaciones de) los temas que inventó la literatura del siglo pasado”. Como casi todo lo que normalmente dice el autor de Ema, la cautiva, la historia parece haberle dado la razón. Los temas ya no abundan, sino las formas de narrar una historia. Por eso El Sr. Ug… (Entropía), de Humberto Bas, es antes que nada un reto estilístico. Su técnica narrativa es brillante. Se ajusta al fluir de la conciencia del protagonista-narrador, cuyos recuerdos e imaginaciones, se van relatando en círculos o espirales concéntricos; zarandeándonos entre piratas, a la busca de un mapa napoleónico, con el Che Guevara ante la Asamblea de las Naciones Unidas, pasando por el asesinato de Francisco Fernando de Austria y el fantasma ominoso del caníbal y asesino en serie estadounidense Albert Fish; todo ello, como producto de una noche en vela.
Bas indaga la esencia oculta de las historias -su realidad contradictoria- aludiendo a una vocación filosófica que trasciende toda convención literaria. Como resultado, El Sr. Ug…, da lugar a una prosa con tintes líricos, como si se tratara de una novela escrita en versos blancos. Plagada de comas (que, dicho sea de paso, no señalan el descanso calculado del discurso sino –insisto- las vacilaciones propias de la conciencia), por momentos pareciera estar más allá de la soledad y de los trastornos psicológicos. Una suerte de novela tornado, que recoge a su paso lo que encuentra: niñas desnudas, en cuatro patas; mamushkas paralelepípedas con orificios de ventilación; garzas en un mar de mármol; el gritito de una rata; una réplica en miniatura de la Capilla Sixtina; Clorinda, la devoradora de hombres, y su extraño hijo Alipío; un osito de trapo con orejas alargadas, y desde luego, el mismísimo y, mil veces evasivo, Sr. Ug.

A.M: Humberto, El Sr. Ug… es una novela que, desde su inicio, rechaza cualquier intento de estilo consabido. Se erige en busca de un lenguaje propio. ¿Cuáles fueron sus preocupaciones formales a la hora de escribir una novela como esta?
H.B: Me cuesta pensar en que tengo preocupaciones mientras escribo. Creo que solo puedo suponer lo que sucede conmigo y en mis alrededores mientras lo hago. Es decir, supongo que mientras escribía El Sr Ug… no tenía otra preocupación que la de escribir El Sr Ug… Eso no quita que haya plasmado en la novela preocupaciones formales. Pero si están es porque esas preocupaciones son parte de mi vida como lector, como ser que vive de determinada manera los acontecimientos del mundo, fundamentalmente los estéticos. No solo preocupaciones formales sino políticas, morales, filosóficas, etc. Sin embargo, creo que las “preocupaciones” que ingresan en la novela son las que lograron metabolizarse en una visión del mundo; es decir, convertidas en material estético. Para mí existe una dicotomía esencial entre el estar escribiendo y el ser consciente del acto de escribir. O se está en un lado o en el otro, pero estar en la frontera es como no estar en ningún lado. Eso en líneas generales. Más específicamente, en El Sr. Ug… están presentes las preocupaciones formales, porque como lector vivo meditando sobre la estructura de las novelas. Fundamentalmente, las estructuras que permiten los diferentes discursos narrativos en una misma novela. Por decir de alguna manera, mi preocupación estuvo y está en el Tono y en el Tema. Y hablo de Tono y Tema sin ningún rigor académico, solo porque me sirven para orientarme en este asunto. Tono y Tema forman para mí un todo simbiótico que se cualifica en un estado, un estado en el que se vuelven a reconciliar estos dos aspectos, para mí esenciales de lo que llamo, el acto de prosar. Francamente no creo que El Sr Ug… tenga formalmente algo nuevo u original; tal vez recupera formas en desuso o de alguna tradición postergada dentro de la narrativa estandarizada de nuestros días. Solo en este contexto puede resultar “que rechaza cualquier intento de estilo consabido”. A lo mejor sí, tiene originalidad y rechaza estilos, pero por estar tan metido en el meollo de la producción, no puedo tener esa perspectivita necesaria que corresponde más a lo histórico, y resulta, por ende, prematuro juzgar. Creo que es un error pensar que el autor tiene todo controlado. El arte en general, y la escritura en particular, tiene ese lugar de fuga que escapa a todos los controles, y que posibilita las múltiples sino infinitas lecturas. Hay un excedente incontrolable a las intenciones y la voluntad autoral, y eso es lo que posibilita decir más de lo que se quiere e imposibilita saber a priori su ubicación, alcance y su valor social.
-¿En qué intentó focalizarse?
-Creo que puse toda la tensión en aprehender esa fugitiva imagen del Sr Urdanpilleta y en captar y componer la voz esquizoide del narrador insomne, en seguir el curso desenfrenado y liberador de su hablar que a la vez permitía transitar por situaciones diferentes e inverosímiles, solo creíble en la voz de un desquiciado. A eso me refería anteriormente por una estructura que posibilitara diferentes discursos. Resultado de eso sean quizá, los aspectos formales que rescatas de la novela.
-¿Tuvo un programa de escritura para la realización de este texto?
-No hubo ningún programa, plan, proyecto… Si parece que sí es porque en la escritura hay años, décadas de exploración y juego, de intentos en los que se producen más fallidos que otras cosas. Hubo reflexión sobre la marcha, planteos y replanteos, correcciones, idas, vueltas; un crecimiento inductivo, de lo particular hacia lo general, es decir, una especie de explosión interna que fue configurando la estructura de la novela, como si la novela fuera demandando la dimensión estructural que necesitaba habitar. Con esto no pretendo abonar por una escritura automática, menos aún espontaneista. Es más, admiro la capacidad de escritores/as metódicos y meticulosos que planifican y de alguna manera llevan a cabo la puesta en acto de una idea, noción o imagen. Sucede simplemente que a mí esas actitudes siempre me traicionan, y termino escribiendo al servicio de esas ideas y/o nociones y poniendo como subsidiarios a los demás elementos de lo escrito, lo que me francamente me repugna.
-¿Lo existencial vertebra la novela?

-Al menos en su acepción Sartriana, puede ser, no lo he pensado en esos términos, pero creo que en El Sr Ug… se juega una especie de puro presente, sin metafísica, sin una presuposición de existencia anterior de alguna esencia que sustente el relato. En ese sentido me resultó muy interesante la lectura de Carina Rita Medina, para quien El Sr Ug… es pura frontera, exterioridad, donde los personajes o carecen de interioridad o no se definen por sí mismo. Si tomamos eso en el sentido de no tener esencia o sustancia, podríamos decir que es existencial-ista.
-Podríamos hablar de cierta trama, y subtramas, que se van construyendo a medida que progresa la historia, esquirlas textuales que conforman un mismo soliloquio. ¿Qué valía tiene para Ud. hoy, en un sistema literario, la trama?
-No sé hasta qué punto en El Sr Ug… se puede hablar de una trama o de sub tramas. Se supone que las subtramas tienen alguna subordinación, causal o lógica, respecto a la trama principal. Tengo la impresión de que acá todas conviven en igualdad de condiciones, como si no hubiera una jerarquía que las ordenen sino una coexistencia horizontal. Eso no quita que alguien rescate alguna trama en particular por sobre otra. Pero esa prelación ya pertenece al orden subjetivo de quien lee. Es posible que esto sea posible (valga la vulgata) porque lo que vertebra a las tramas no es un hecho o una tensión conflictiva, sino una voz o un Tono. Una voz esquizoide, desenfrenada que une o hila los acontecimientos en su febril verborrea. Pero esta explicación misma adolece de un problema que es el de separar la trama de la voz que la convoca. Para mí no existe separación. No hay una trama neta, por un lado, y una voz vacía, por el otro, y que a la manera de los shopping de voces, uno/a va con su trama a ver qué o cuál de todas ellas la viste mejor. Esto nos lleva al asunto del valor de la trama en el sistema literario. Mi impresión es que está sobrevalorada por la misma razón expresada. Se la piensa separada, se la aísla como si en ella se buscara una lectura moral o política. La primacía de un mensaje que por otro lado ya no es mensaje, pues, por lo general es el reencuentro con lo que ya se sabe. Me da la impresión que en ese sentido hay una necesidad contemporánea de refocilarse con la mismidad, y como contrapartida, la renuncia a una alteridad desconocida o aventurada. Con la trama diseccionada la literatura para mí se vuelve sucedánea del periodismo, de la religión, de la educación; una alternativa para informar, predicar, enseñar, etc. Y la literatura puede ser todo eso, pero no eso. Si es posible pensar en una trama aislada de una voz, como existiendo por su cuenta fuera de todo lenguaje, es porque ella, la trama está expresada en el lenguaje de la época, aquel lenguaje que por formar parte de la voz estandarizada, pasa como inexistente. Esa voz es el estilo, el tono o la voz epocal; una voz que se nos aparece como transparente, como si su existencia solo fuera facilitar sin perturbar el acceso a la trama. De ahí es que por lo general resultan perturbadores y molestos los planteos estéticos que ponen en acto el hecho de que la trama está concebida en un lenguaje, que es lenguaje.
 
La entrevista completa se puede leer acá

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