Reseña de Acá todavía en Revista África, por Pablo Milani
Acá todavía trata sobre una espera, lo ineludible que pasa
mientras uno espera lo irremediable, la muerte, con cierta agonía e ironía a la
vez. Romina Paula (Buenos Aires, 1979), registra aquí, en su tercera novela
publicada por Entropía, un desenlace, un fin que no quiere llegar a ser pero
también un comienzo, un desprendimiento. La novela está escrita en primera
persona, ella es Andrea, una mujer ambigua hasta en su sexualidad. Recuerdos de
su amor de mujer en la adolescencia y de su padre y su madre junto a sus
hermanos hacen de Acá todavía un recorrido no lineal, con bordes apenas
reconocidos, que tienen que ver con una retrospectiva, pero que siempre
conllevan implícito, una pérdida.
En la escritura
de Romina Paula hay una clara intención de no dejar nada donde está, de una
cierta violencia en ese irreparable hachazo del tiempo, de negación, de ir
hacia atrás en un tiempo retenido con historias que quieren pertenecer a algo o
a alguien. Describe a la familia como algo idílico pero a la vez como registro
de un vacío, de un volver a empezar cuando todo se lo ha llevado el tiempo.
Habla de vaciarse, de luchar contra el tiempo por más que sea una batalla
perdida, de sacarse algunas máscaras y hacerse preguntas que no tendrán
respuesta. Aquí la sexualidad de Andrea juega un papel de complicidad y
confesión frente al padre, de poder comunicárselo con diálogos dentro de un
mundo semántico que fluctúa entre dos fuerzas opuestas, pero que al mismo
tiempo conviven. Por un lado esa reminiscencia de un pasado siempre mejor y por
el otro su presente, ahora frágil y recortado contra su voluntad. Es en ese
ahora donde cada pregunta cambia de respuesta, de forma. Sus planteos dejan de
tener esa inocencia primaria, sin lastimaduras y pasan a ser pensamientos que
ya no pueden sostenerse por sí solos, que necesitan de la ayuda paterna y que a
la vez esa figura como presencia, se irá desintegrando. Buenos Aires convive
con la protagonista como algo estático, un lugar donde se puede caminar sin ser
reconocido, pero también trabaja como artificio. “Esta es una parte de la
ciudad en la que la gente no pasa hambre y para las fiestas se comporta como si
fuera Europa o Estados Unidos: compran comida y regalos, visten para la
ocasión.”
Pero no es todo nostalgia en Acá todavía, el encuentro casual con un
hombre y el posterior desencuentro para luego reencontrase en la casa de la
familia de él, habla de una casi desesperada búsqueda de la protagonista de la
novela, Andrea, que no se resigna, escapándose del dolor hacia adelante. Se
refiere a la década del 90 como “La década colorinche, mal cortada, cínica y
bronceada. Porque una cosa es la tristeza, noble por donde se la mire, y otra
muy distinta la angustia, vinculada en general a cosas que podrían ser de otro
modo y no lo son, por falta de voluntad o algún tipo de tara. Aquello era la
angustia, esto podría ser tristeza, pero con dignidad.”
En Acá todavía surge el traspaso de ser hija a no tener
padre, de cierta tristeza, de no saber cómo se llama eso, a no tener esa voz al
lado de uno, ese amor que se disipa y pasa a ser otra cosa. De recuerdos
eludiendo sombras que no saben que lo son, de silencios sostenidos, de una
mente que viaja sin destino y sin pausa. En las palabras de Romina Paula el
verdadero sostén es siempre el amor, de no dejarlo, de atravesarlo por completo
y arriesgarse en cada paso. Es una constante búsqueda de sentirse completo con
el otro, de descubrirse en esa complicidad, ya sea entre hrmanos, con una
pareja, ya sea hombre o mujer, mientras la imagen del padre se va diluyendo, se
va desmenuzando como alguien que siempre estuvo y un día no lo está más. En las
páginas de Acá todavía se respira cierto aire de independencia y dependencia, y
ese puente se articula como un estado de mutación, se desliza por un camino del
porvenir del que aún no tiene nombre pero que forma parte del inconsciente de
la novela.
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