Reseña de Poste restante en Revista Transas. Por Jessica Sessarego
Recientemente la editorial argentina Entropía ha publicado
una edición de la novela Poste Restante (aparecida originalmente en 2001), de
la autora chilena Cyntia Rimsky. Jéssica Sessarego nos invita a efectuar un
recorrido por esta interesante crónica de viaje, la cual a partir de una
construcción formal rica y diversa permite reflexionar al lector sobre los
complejos reordenamientos de vida y cosmovisión que generan las migraciones. La
obra integra ejes que van desde una búsqueda personal por efectos de procedencias
y ascendencias familiares, hasta las dinámicas más cotidianas y aparentemente
triviales que surgen de las vivencias en entornos distintos al lugar de origen.
¿Yo? ¿Ella? ¿Una anónima chilena que se cuela cual personaje
secundario en un pequeño recorte de la trama? Jugar con los pronombres permite
a Cynthia Rimsky elaborar su crónica Poste Restante como una pregunta por la
identidad; o como un largo y complejo tablero en el que las diversas fichas de
la identidad se dispersan, se chocan, se rozan, se besan. Un puñado de letras
alcanza para instalar el tema: ¿es lo mismo Rimsky que Rimski? ¿Son la misma
familia, son las mismas personas?
La crónica se inicia cuando a la protagonista, casualmente
una chilena llama Cynthia Rimsky, le entregan un álbum familiar comprado en un
mercado persa. El mismo lleva la palabra “Rimski” inscripta en el lomo. ¿Serían
antiguos miembros de su familia? ¿Le habrían cambiado el apellido a su abuelo
al pasar por la frontera, como a tantos otros? ¿Habría en algún lado alguien que
pudiera reconocer a los individuos de las fotos como parientes suyos? Este
interrogatorio sin destinatario fijo es la excusa para abrir un largo viaje a
Medio Oriente, los Balcanes, el mundo entero, cuyas paradas implicarán una
nueva entrada en la crónica.
Pero tampoco dichas “entradas” serán las de un diario de
viaje ordinario. Hay fotos, mapas, cartas enviadas a la protagonista por
parientes y amigos, fragmentos fechados y a veces localizados, fragmentos con
títulos cual relatos breves.
Lectores ansiosos buscarán correspondencias entre los
pronombres, los tipos de fragmentos y las variedades de títulos, y sentirán una
vaga frustración al encontrar más de una vez la tercera persona en las entradas
de diario (108, 174) y la primera en los relatos titulados a la manera de
cuentos (96). Las descripciones de las fotos, que una asociara inicialmente a
los repetidos apartados “Álbum de familia”, aparecen también en cualquier otro
fragmento. Entre medio de las cartas de terceros, de pronto hay una carta escrita
por la protagonista. Pero así se sostiene este libro, no como un camino
continuado sino como una sucesión de postes colocados en los bordes, postes
autónomos, únicos, irrepetibles, y que a la vez dejan entrever la ruta que
avanza silenciosa a su lado.
Entre tantas preguntas cabe rescatar una indispensable para
cualquier reseña: ¿Quién es Cynthia Rimsky? Nacida en 1962 en Santiago de
Chile, ésta reconocida escritora hoy reparte sus días entre su país natal y
Buenos Aires, siempre y cuando no esté de viaje. Si bien ya había escrito
algunos relatos cortos, su primer libro publicado fue Poste Restante, en 2001,
el cual marca de algún modo toda su obra posterior, plagada de viajes o más bien de migraciones, de conexiones
entre lugares y personas, de géneros combinados, de anécdotas autónomas. Esta
crónica, o novela al decir de muchas reseñas, o diario, o improvisado
itinerario, tiene origen en un viaje real que Rimsky realiza a contramano del
recorrido hecho por sus abuelos hace medio siglo atrás: de Santiago va a
Londres, de allí a Israel, luego a Egipto, a Chipre, a Rodas, a Turquía, llega
a Ucrania, pasa por la ciudad de Praga, alcanza Polonia, Austria, finalmente
Eslovenia y retorna a Santiago. Hay quienes dicen que el texto es producto de
la planificación del viaje antes que del viaje mismo, cosa que esta reseñadora
no pudo corroborar pero que no deja de ser posible y ser parte de la eterna
ambigüedad de la escritura entre la no ficción y la ficción. Similar cruce se
da en su obra Los perplejos (2009), en que se intercala una biografía novelada
de Maimónides con su propio y errante viaje tras los pasos del biografiado. En
Ramal (2011) el protagonista es un personaje de ficción, pero curiosamente
comparte varias anécdotas personales con la Rimsky personaje de Poste Restante,
como ser la del antepasado dentista que atendía en la calle Maruri y que se
negaba a trasladar su consultorio al barrio alto, en el cual podría haber
cobrado más caro.
Hoy en día la autora se dedica a dar talleres de escritura
en torno a la no ficción y a los viajes, tanto en Chile como en Argentina.
Además de los libros mencionados, publicó La novela de otro (2004), Fui (2016)
y El futuro es un lugar extraño (2016), además del relato “Cielos vacíos”
dentro del volumen Nicaragua al cubo (2014). Ha recibido varios premios, como
ser el primer lugar en los Juegos Literarios Gabriela Mistral, el segundo del
Premio Municipal de Santiago y la beca Fundación Andes.
Editorial Entropía es la primera en publicar Poste Restante
en nuestro país, cosa que hacía falta ya que no es nada fácil conseguir la
versión chilena. El título de la obra alude al servicio que brindan muchas
oficinas postales de recibir la correspondencia para aquellos que no tienen
residencia fija. Este servicio era utilizado por la viajera, que reproduce en
el libro los sobres de las cartas que le envían a “poste restante”. Pero
incluso aquí aparece la vuelta de tuerca que confunde el sentido de cada
apartado: un breve epígrafe debajo de la imagen aclara que la carta fue
devuelta a Chile, es decir, que no llegó a la viajera, al menos no mientras
viajaba. ¿A qué se debe esto? ¿Qué guiño nos hace Rimsky en este comentario? El
lector debe estar atento si no quiere perderse en los múltiples juegos de la
narradora, que pocas o ninguna vez sigue el camino lineal esperado ni mucho
menos da explicaciones.
Los detalles, lo pequeño, lo que nadie observa es la
prioridad en esta crónica. Como en el film Belleza Americana (1999) de Sam
Mendes, el sentido y la magia pueden esconderse en una bolsa plástica girando
en el aire. Literalmente: dentro de la visita a Ucrania se encuentra el
fragmento titulado “Bolsas plásticas”. Allí, una narradora omnisciente explica
que en ese país en los negocios no entregan jamás bolsas plásticas, y que no
solo deben comprarse sino que salen caras y hasta las hay que pueden considerarse
un objeto de lujo (alusivamente denominadas “Armani”, “Versace” y “Boss”). Este
pequeño hecho acaba por tener más significación que el nombre de los pueblos que visita o de las familias que
conoce, puesto que recuerda un acto preciso y repetido de la madre de la
viajera en Chile:
“Antes de partir su madre cogió una bolsa plástica que había
tirado en la cocina y le enseñó a doblarla tal como aprendió de su madre a
aprovechar los restos de comida para hacer un nuevo plato, a no botar los
alimentos porque en otro lugar del mundo pasan hambre, y a reutilizar el pan
añejo. Su madre no recuerda el apellido de su abuelo ni el nombre del pueblo
donde vivió, pero atesora las bolsas plásticas en un país donde sobran”. (170)
Así, los diversos relatos irán configurando una constelación
de relaciones entre la vida cotidiana de culturas diversas, mostrando las
marcas que la migración ha dejado en Chile pero sobre todo construyendo la idea
de que la historia de todo migrante es una fantasía, una acumulación de memorias
inventadas, objetos desconocidos, nombres olvidados, fotos ajenas; y no por eso
menos valiosa, sino todo lo contrario: una historia que vale la pena ser
(re)vivida en carne propia.
Al contrario de las guías turísticas que nos hacen imaginar
el desplazamiento como un cúmulo de felicidades fáciles, continuadas, rápidas,
Rimsky se detiene en lo moroso, en lo difícil, en las repeticiones. Relata su
ir y venir por una misma calle todos los días que permanece en determinado
pueblo, describe el mal estado de las habitaciones en que se aloja, menciona
desprejuiciadamente las estafas y aprovechamientos varios que sufre, transcribe
los diálogos desencontrados con quienes no comparte el idioma, y es en estos
hechos donde se fortalece y se hace tangible la experiencia. Los lectores la
acompañamos lentamente en cada pincelada de su historia familiar extraída a
fuerza de observación y paciencia a los espacios, personas y costumbres más
recónditos, a sabiendas de que el resultado final no será una totalidad clara,
inteligible, tranquilizadora; en cambio será, lo sabemos desde las primeras
palabras, una pintura hermosa.
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