Por Eduardo D. Benítez para Haciendo Cine
El libro de Marcos Vieytes explota el estilo que supo
caracterizarlo. Ese en el que desarrolla una relación vital con un lenguaje tan
mutante como el cine, y en el que la crítica no es el análisis y la
interpretación de una obra que ya está hecha, sino la intención de establecer
un diálogo que se ubica muy en los bordes de ese centro donde habita la critica
clásica.
Son diversas las maneras de cultivar la crítica. Existe la
crónica diaria de los medios masivos enmarcada o ceñida a parámetros
determinados (número de caracteres, relación directa entre aquello que se
aborda y la condición de noticiabilidad). Existen trabajos eruditos nutridos de
un flujo retórico “profesional” en tanto descriptor aséptico de evidencias
estilísticas. Existe también la crítica como arte, un contexto
conversacionalque expone sobre todo la relación del crítico con las películas,
pero que gesta a su vez un espacio colectivo imaginario. Allí el lector
encuentra un hogar donde consolidar y extenuar el placer cinematográfico por
otras vías: la lectura y la escritura. Adoptando en ciertos pasajes la impronta
del libro biográfico, y en otros casos exhibiendo una enorme capacidad
analítica, Subjetiva de nadie se estructura de manera fragmentaria y abre la
posibilidad de establecer relaciones insospechadas. Del anecdotario que nos
habla del descubrimiento de la belleza, la poesía y la sexualidad, damos el
salto hacia la trilogía del cineasta turco Semih Kaplanoglu; del recuerdo de
una viñeta familiar en la que una madre le acerca a su hijo un exprimido de
naranjas derivamos en una reflexión sobre Volver, de Almodóvar. Esa manera de
impulsar el desarrollo de la lectura, pivoteando entre la linealidad y la
sinuosidad en una combinación de registros, es lo que hace del libro de Marcos
Vieytes un recorrido necesariamente desafiante. Algo parecido a lo que sucede
en la descripción que hace el autor sobre cierto tipo de inquietud inherente a
la labor crítica: “Este crítico busca en cada película escollos que lo desafíen
antes que facilidades. Lo excita la dificultad de descifrar la demasiado
evidente superficialidad de las convenciones (…)”. La prosa de Vieytes se lee,
entonces, como una puesta en tensión de una escena de escritura, la escritura
crítica en una matriz profundamente literaria. Porque la actualidad y el pasado
del cine son convocados a partir de un lirismo que se sabe agradecer, y que va
hilando memorias personales e impresiones ensayísticas hasta transformar a
Subjetiva de nadie en un objeto estético en sí mismo, en una aventura casi en
clave novelada que elude la simple antología de textos críticos. El placer aquí
no se reduce al recuento y rejunte de datos, e incluso sobrepasa la esfera de
la opinión. Porque si estos capítulos desbordan las posibilidades meramente
prácticas de la función crítica, es para proponernos un intenso raid por las
densidades del lenguaje y para hacernos entrar en un corte transversal
(personal) a través de la historia y la contemporaneidad del séptimo arte.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario