martes, junio 23, 2015

Las esferas invisibles en Otra Parte Semanal

Reseña de Las esferas invisibles en la revista Otra Parte.
Por Pablo Potenza.


El origen de cualquier relato es diverso y múltiple, pero en el caso de Diego Muzzio se trata del evidente interés en un tema: la muerte. Ya los doce cuentos de su libro de 2007, Mockba, buscaban agotar todos los abordajes posibles. ¿Cómo seguir, entonces, una vez que parece haberse encontrado el límite? En Las esferas invisibles, el cuento se extiende en nouvelle, el pulso realista admite la sutileza gótica y la motivación temática es obligada por el escenario: la epidemia de fiebre amarilla desatada sobre la Buenos Aires de 1871 fuerza a codearse con muertos, espíritus y moribundos. La peste convoca fantasmas de la época y Melville, Conrad, Pushkin, Kipling y Collins son revisitados.

Muzzio parece encontrar en la literatura argentina del siglo XIX un vacío que no habrían logrado colmar ni las episódicas excursiones de Mansilla, ni los versos de Martín Fierro, ni la enriquecedora hibridez del Facundo; ese hueco narrativo se llena con las tres nouvelles que componen el libro. “El intercesor” cita en su epígrafe a El corazón de las tinieblas y da lugar al relato enmarcado del viajero que ahonda la oscuridad del continente y del hombre mismo, sólo que aquí hay ciertos desplazamientos: el marco no está dado por marinos mercantes en Londres sino por un cura hundido en la epidemia que escucha la confesión de un moribundo ciego; los barcos de vapor que atraviesan la selva por los ríos del Congo son reemplazados por caballos que abren y cierran “brechas” de niebla en la “pampa” amenazante; no se accede a la frontera por un afán aventurero sino por efecto del destierro; la extracción de marfil se troca en disponibilidad de un salitral; los “bárbaros” africanos que atacaban y eran controlados por la “civilización” son la amenaza añorada en el fuerte “Desolación” porque nunca aparecen; la “voz” que cautiva no es la de Kurtz sino la del negro Tumbo, mientras el “horror” —lo intolerable— se hace sobrenatural y se traduce en puro “terror”. La muerte y el atisbo de sus mundos desdibujan la frontera hasta presentarla como el espacio donde los límites se pierden y entran en tensión culturas, autoridades, comercio, monogamia, sexo, Estado, religión y realidad.

Las otras dos nouvelles —“El ataúd de ébano” y “La ruta de la mangosta”— se ocupan de los que están siempre al costado y hurgan, lucran, sobreviven y progresan entre los restos de una sociedad. En la primera, dos desertores de la Guerra del Paraguay realizan un camino de redención: de ladrones de ataúdes se convierten en arrepentidos que renuncian al dinero antes mal habido. En la segunda, la angustia ante la muerte inminente libera las memorias de un narrador: su trayecto de aprendiz a experto es el de quien —afectado por la peste— posterga su muerte gracias al hálito de vida que un viejo formato fotográfico puede capturar en los cuerpos recién muertos y lo obliga a seguir por años la ruta de guerras y epidemias. La eternidad posible, paradójicamente surgida de la muerte, se transforma en una condena diaria.


La mirada de Diego Muzzio sobre un tema universal como es la muerte viene a completar aquel vacío narrativo de la literatura argentina del siglo XIX signado en la epidemia de fiebre amarilla. No hay fragmentariedad ni dispersión aquí, sino una contundente voluntad de narrar.


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