Reseña de Las esferas invisibles, de Diego Muzzio
Por Lara Segade para Libros del Pasaje
Es frecuente que los enfermos, antes de morir, experimenten
una breve pero asombrosa recuperación, un último despliegue, previo al
repliegue, de las fuerzas vitales. Aunque tal vez no sea algo exclusivo de la
muerte, sino un rasgo de las grandes transformaciones: estar precedidas de
alguna resistencia, de un momento de máxima visibilidad de aquello que pronto
será invisible.
1880 quedó fijado como el año de consolidación del Estado
argentino, consolidación que se produce en un contexto mundial de confianza en
la razón y en el progreso, de afirmación de las naciones y establecimiento de
sus instituciones, de expansión del capitalismo, de positivismo y de literatura
realista.
Apenas nueve años antes, en 1871, se produce la epidemia de
fiebre amarilla, que diezmó a la población de Buenos Aires y convirtió al
horror de la muerte en un espectáculo cotidiano. Se sabe que el cementerio de
la Chacarita se construyó con el fin de albergar a los muertos por la epidemia.
Pero, para tal solución, todavía faltan unos años. En 1871, los muertos están
por la calle, a la vista de todo el mundo. No se sabe qué hacer con ellos.
Tampoco los vivos saben qué hacer consigo mismos. Por un momento parece que el
progreso iniciará el camino inverso: de la ciudad, otra vez, al campo; de la
civilización, a la barbarie. No se sabe: la incertidumbre de esos años es en sí
misma una sombra oscura que amenaza los escenarios iluminados de la razón; una
fuerza que resiste.
1871 es, también, el
año en el que transcurren las tres nouvelles que componen Las esferas
invisibles, de Diego Muzzio: El intercesor, El ataúd de ébano y La ruta de la
mangosta. Y la epidemia de fiebre amarilla es el hilo que las une.
En El intercesor, un joven sacerdote es llamado a
presentarse ante el único hombre en toda la ciudad apestada que está a punto de
morir de otra cosa. Una vez allí, debe oír la fantástica historia de vida de
ese hombre, confinado por el gobierno de Rosas a un fortín olvidado en los
confines de la Pampa. En El ataúd de ébano, dos malvivientes aprovechan la
epidemia para beneficiarse con el tráfico del bien más escaso: los ataúdes.
Finalmente, La ruta de la mangosta cuenta la historia de un fotógrafo que se
dedica a retratar por última vez a los muertos que se lleva la epidemia. Su
anuncio dice:
Fije la sombra antes de que la sustancia se desvanezca.
Retratos de personas finadas, desde 1 a 12 tarjetas.
Los difuntos aparecerán en la imagen con la semblanza de la
vida.
En parte, tal vez, porque la epidemia acercó al máximo la
vida y la muerte, en parte porque la convivencia de opuestos es algo propio de
los tiempos de cambio, las tres historias, de una manera u otra, transcurren en
una zona liminar, de frontera: entre la vida y la muerte, pero también entre la
civilización y la barbarie, tal como las concebía el siglo XIX; entre el mundo
que conocemos y otro, subterráneo y demoníaco o fantasmático; entre el sistema
político y económico que se afianza y sus márgenes; y, finalmente, entre la
realidad y las fantasías a las que, en aquellos tiempos, inducía el opio.
La referencia a siglos pasados, sin embargo, no es solo
temática. Por el contrario, estas nouvelles recuerdan a Poe, a Maupassant o a
Hoffman (cuyo cuento, "El hombre de arena" es el que sirvió a Freud
para acuñar el concepto de lo siniestro, definido como el efecto que produce el
retorno de lo reprimido) sobre todo en las voces que las narran: voces que
parecen estar siempre en peligro o en lucha, a punto de sucumbir bajo el peso
de la amenaza que lo extraño, lo sobrenatural y lo inexplicable ejercen sobre
los bordes de lo real; las voces, en definitiva, cavernosas y atribuladas pero
también sostenidas del relato gótico.
En efecto, el gótico ha sido definido por Rosemary Jackson
como una "literatura de irracionalidad y terror" por medio de la cual
retorna lo silenciado durante el Iluminismo: "Relegadas a los márgenes de
la cultura iluminista, estas 'fortalezas de la insensatez' fueron creadas por
el orden clásico dominante, y ejercieron también una presión oculta contra
él".
Es, así, todo aquello que el imperio de la razón confinó al
submundo de la superstición lo que se asoma, amenazante, más de un siglo
después, en estas tres nouvelles: lo reprimido que retorna como siniestro, lo
que insiste en algunas pesadillas, lo que está ahí -lo que siempre estuvo ahí-
aunque pretendamos que no; esas esferas invisibles a nuestro alrededor.
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