miércoles, junio 10, 2015

Las esferas invisibles

Rescatamos de las redes dos comentarios de lectores sobre Las esferas invisibles, de Diego Muzzio


Por Sebastián Vargas:

Hoy les comento sobre “Las esferas invisibles”, de Diego Muzzio. El libro, precioso, cuadradito, en un formato pequeño, ultra cómodo de llevar de acá para allá y muy bien editado, fue publicado (recién recién) por Entropía. (...)
El libro está integrado por tres nouvelles (cuentos largos o novelas cortas, como prefieran considerarlos) que tienen en común una ubicación histórica precisa: Buenos Aires en 1871, el año de la gran epidemia de fiebre amarilla (la misma ubicación histórica tiene también una de las más recientes novelas de Franco Vaccarini, “Fiebre amarilla”, que me estoy debiendo pero leeré próximamente).
Las tres nouvelles (“El intercesor”, “El ataúd de ébano”, “La ruta de la mangosta”) comparten también una cercanía con lo inquietante, lo sobrenatural y lo tenebroso-diabólico, con esas “esferas invisibles” que titulan el libro y remiten a un epígrafe de Melville. La mímesis con las grandes voces del terror fantástico del siglo XIX es perfecta: al leer estos textos uno se siente como leyendo a Conrad, a Poe, a Stevenson, a Kipling. Por momentos, con conexiones a la literatura gauchesca, a los textos costumbristas del 1900, a “El inmortal” de Borges, a “El señor de las moscas” de Golding, a Lovecraft. Y es que estas nouvelles de Muzzio están tan bien escritas y tan impecablemente estructuradas que son, ya, en mi opinión, textos clásicos por prepotencia de trabajo (como diría Arlt).
En “El intercesor” (texto que dialoga con Conrad, ya desde el epígrafe, tomado de “El corazón de las tinieblas”), un joven sacerdote escucha (onda “El exorcista” de W. Blatty) el relato final de un viejo ciego (y cuasi diabólico) que en su juventud había sido deportado por Rosas a un fortín alejado de todo, a una frontera desierta donde solo rondaban la locura, la miseria y fuerzas desconocidas y siniestras.
“El ataúd de ébano” muestra a dos buscavidas delincuentes que vacían y roban ataúdes para revenderlos a precio de oro, considerando la gran demanda existente en la ciudad a causa de la peste. Pero mientras arrastran un ataúd, se les presenta una niña (que podría tranquilamente ser hija de Poe) que les pregunta por qué tardaron tanto y les exige que la sigan dentro de la casa y le entreguen el ataúd…
“La ruta de la mangosta” muestra cómo un joven se vuelve a la vez aprendiz de fotógrafo y de inmortal, aunque para ello deba entregar su cuerpo (y tal vez su alma) al opio y seguir una ruta de guerras, pestes y desgracias, para conseguir cadáveres frescos que le permitan sostener su juventud y su amor.
En síntesis: muy buen libro de Diego Muzzio. Recomendado.


Por Mariano Blatt (editor en Blatt & Ríos)



 Leí este. Son tres relatos largos que tienen como eje la epidemia de fiebre amarilla que azotó Buenos Aires en 1871. Pero los tres textos van, cada uno a su manera, mucho más allá. El primero, de hecho, transcurre en un fortín alejado de la frontera entre el sur de la provincia y el comienzo del territorio de los indios. Como si el paisaje, de por sí hostil y desolador, no fuera suficiente, los personajes son siniestros y la historia que se cuenta, todavía peor. Hay, en particular, un personaje, un pequeño desprendimiento de la historia, un detalle, que todavía no me puedo sacar de la cabeza. No lo quiero contar, porque aunque no es importante para la historia (es, efectivamente, sólo un detalle), bueno, igual, lo que le pasa a ese personaje, no sé, no sé a qué cabeza se le puede ocurrir algo tan desgraciado. El segundo texto es la travesía de dos ladrones de ataúdes en una ciudad ya prácticamente abandonada. La manera en que se recrea esa Buenos Aires desolada, las atmósferas, las calles, los cementerios, es escalofriante. En el tercero se cuenta el nacimiento de la técnica fotográfica y, a través de ella, la posibilidad de la inmortalidad. Un fotógrafo, y luego su aprendiz, viajan por el mundo siempre tras el paso de las epidemias o guerras, porque en el acto de fotografiar cadáveres está su salvación. Llegué a este relato ya bastante perturbado (por no decir, asustado), con el ánimo apesadumbrado, así que la grotesca cantidad de cadáveres y fantasmas terminó por liquidarme. Libro ideal para leer a la noche, solo, viajando en un tren vacío. Qué bueno cuando los libros te afectan tanto. “Las esferas invisibles”, de Diego Muzzio, editó Entropía.

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