Cómo es el trabajo de hormiga de los sellos independientes
para lograr incluir en sus catálogos a reconocidos autores del mundo; historias
de paciencia, olfato y marca personal para seducir a los escritores o a los
dueños de sus derechos.
Por Sofía Almiroty para La Nación Revista.
Muchas de las editoriales pequeñas y medianas incluyen
grandes nombres en sus catálogos. Los editores coinciden en que depende de
estar atentos a títulos que pueden pasar desapercibidos en los grandes grupos
editoriales, que incluso a veces se olvidan que poseen ciertos títulos. Pero en
mayor medida, conseguir un nombre importante depende de la insistencia y el
trabajo en la relación personal que se entabla con el escritor, la agencia o la
editorial extranjera que posee los derechos sobre un libro, así como conocer a
los traductores e investigadores que estudian la literatura y hacen de puente.
Estos últimos suelen encontrar la punta del hilo hacia material inédito de
escritores fundamentales y de rastrear la pista hasta ofrecérsela al editor. Y
luego, en tándem, trabajan sobre lo que después se convierte en un libro
importante para el capital cultural. "El editor literario independiente es
el que tiene la función de descubrir material inédito", afirma Fabián
Lebenglik. Y quizás así el rol del editor pequeño es un oficio más cercano al
de un detective idóneo y paciente. Así, además del trabajo de hormiga a paso
persistente, la tarea de editar implica también una red de personas, amigos,
traductores, quizás otros escritores o cualquier informante que, casi como un
espía, busca información y la ofrece a las editoriales. Los mismos traductores
funcionan como exploradores de este universo de textos inéditos.
Las editoriales independientes suelen también crear libros
que, de no ser por ellas, no existirían.
San Francisco, 16/6/1979
Casa de Coppola sobre Broadway.
Afuera un viento muy fuerte sacude con violencia los
arbustos de laureles. Los veleros en la bahía se inclinan por completo; las
olas están afiladas, inquietas. Desde Alcatraz, el faro manda señales en pleno
día. Todos mis amigos no están ahí. Cuesta acometer este trabajo, esta enorme
carga de los sueños. Sólo los libros dan algún consuelo.
Werner Herzog escribió este fragmento mientras filmaba
Fitzcarraldo, quizás una de las películas con el rodaje más accidentado de la
historia del cine. Quizás también, en un atisbo de registrar lo absurdo de
filmar una película en Iquitos, en el medio de la Amazonía peruana, creó un
diario de notas que daba cuenta de la odisea de realizar este film, luego
emblemático. El diario no existía en español hasta que la editorial Entropía
localizó el libro apenas lanzado en Alemania y comenzó las tratativas para
publicarlo. "En ese momento, Ariel Magnus, en su rol de traductor, estaba
ofreciendo el libro a las grandes editoriales, pero no parecía despertarles
interés -explica Juan Manuel Nadalini, editor socio de Entropía-. Cuando me
enteré de eso, le mandé un mail. Desde la editorial teníamos un gran interés
por el cine y por Herzog, y en ese momento se empezaba a reconocer a Herzog
como escritor además de director." Después de un año de idas y vueltas
entre los editores, el traductor y el propio Herzog, se publicó La conquista de
lo inútil en 2008, un libro que reúne estas anotaciones que le llevaron al
director más de veinticinco años escribir. "Publicamos este libro porque
estaba disponible y porque es imprescindible, pero no suele darse esta
coincidencia. Este tipo de libros siempre están ocupados", aclara
Nadalini.
Desde Entropía localizaron el material disponible y le
escribieron a Herzog para pedirle la cesión de los derechos de autor de la
primera edición del Diario de grabación de Fitzcarraldo, para traducirla al
español y publicarla. Esto les permitió abordar los gastos de la primera
impresión. El libro lleva vendidos siete mil ejemplares y va por la quinta
edición. A partir de la segunda, comenzaron a pagarle por los derechos. En
algún momento el mismo Herzog comentó, en alusión a La conquista de lo inútil:
"Escribo mejor de lo que filmo. Hay más sustancia en estos escritos que en
todas mis películas juntas". Fue Entropía, junto a un traductor, quienes
pensaron que ese material era imprescindible para constituir el citoplasma del
capital simbólico cultural y lo llevaron a cabo. El año pasado, la misma
editorial, el mismo traductor y el mismo autor publicaron Del caminar sobre
hielo, otro diario de notas que el cineasta había escrito sobre una travesía
iniciada en noviembre de 1974, a pie desde Munich, donde vivía, hasta París
para visitar a una amiga que estaba muy enferma.
La nota completa, en este link
No hay comentarios.:
Publicar un comentario