martes, octubre 18, 2016

Editoriales chicas que fichan a los grandes

Cómo es el trabajo de hormiga de los sellos independientes para lograr incluir en sus catálogos a reconocidos autores del mundo; historias de paciencia, olfato y marca personal para seducir a los escritores o a los dueños de sus derechos.

Por Sofía Almiroty para La Nación Revista.



Muchas de las editoriales pequeñas y medianas incluyen grandes nombres en sus catálogos. Los editores coinciden en que depende de estar atentos a títulos que pueden pasar desapercibidos en los grandes grupos editoriales, que incluso a veces se olvidan que poseen ciertos títulos. Pero en mayor medida, conseguir un nombre importante depende de la insistencia y el trabajo en la relación personal que se entabla con el escritor, la agencia o la editorial extranjera que posee los derechos sobre un libro, así como conocer a los traductores e investigadores que estudian la literatura y hacen de puente. Estos últimos suelen encontrar la punta del hilo hacia material inédito de escritores fundamentales y de rastrear la pista hasta ofrecérsela al editor. Y luego, en tándem, trabajan sobre lo que después se convierte en un libro importante para el capital cultural. "El editor literario independiente es el que tiene la función de descubrir material inédito", afirma Fabián Lebenglik. Y quizás así el rol del editor pequeño es un oficio más cercano al de un detective idóneo y paciente. Así, además del trabajo de hormiga a paso persistente, la tarea de editar implica también una red de personas, amigos, traductores, quizás otros escritores o cualquier informante que, casi como un espía, busca información y la ofrece a las editoriales. Los mismos traductores funcionan como exploradores de este universo de textos inéditos.
Las editoriales independientes suelen también crear libros que, de no ser por ellas, no existirían.

San Francisco, 16/6/1979 
Casa de Coppola sobre Broadway. 

Afuera un viento muy fuerte sacude con violencia los arbustos de laureles. Los veleros en la bahía se inclinan por completo; las olas están afiladas, inquietas. Desde Alcatraz, el faro manda señales en pleno día. Todos mis amigos no están ahí. Cuesta acometer este trabajo, esta enorme carga de los sueños. Sólo los libros dan algún consuelo.

Werner Herzog escribió este fragmento mientras filmaba Fitzcarraldo, quizás una de las películas con el rodaje más accidentado de la historia del cine. Quizás también, en un atisbo de registrar lo absurdo de filmar una película en Iquitos, en el medio de la Amazonía peruana, creó un diario de notas que daba cuenta de la odisea de realizar este film, luego emblemático. El diario no existía en español hasta que la editorial Entropía localizó el libro apenas lanzado en Alemania y comenzó las tratativas para publicarlo. "En ese momento, Ariel Magnus, en su rol de traductor, estaba ofreciendo el libro a las grandes editoriales, pero no parecía despertarles interés -explica Juan Manuel Nadalini, editor socio de Entropía-. Cuando me enteré de eso, le mandé un mail. Desde la editorial teníamos un gran interés por el cine y por Herzog, y en ese momento se empezaba a reconocer a Herzog como escritor además de director." Después de un año de idas y vueltas entre los editores, el traductor y el propio Herzog, se publicó La conquista de lo inútil en 2008, un libro que reúne estas anotaciones que le llevaron al director más de veinticinco años escribir. "Publicamos este libro porque estaba disponible y porque es imprescindible, pero no suele darse esta coincidencia. Este tipo de libros siempre están ocupados", aclara Nadalini.

Desde Entropía localizaron el material disponible y le escribieron a Herzog para pedirle la cesión de los derechos de autor de la primera edición del Diario de grabación de Fitzcarraldo, para traducirla al español y publicarla. Esto les permitió abordar los gastos de la primera impresión. El libro lleva vendidos siete mil ejemplares y va por la quinta edición. A partir de la segunda, comenzaron a pagarle por los derechos. En algún momento el mismo Herzog comentó, en alusión a La conquista de lo inútil: "Escribo mejor de lo que filmo. Hay más sustancia en estos escritos que en todas mis películas juntas". Fue Entropía, junto a un traductor, quienes pensaron que ese material era imprescindible para constituir el citoplasma del capital simbólico cultural y lo llevaron a cabo. El año pasado, la misma editorial, el mismo traductor y el mismo autor publicaron Del caminar sobre hielo, otro diario de notas que el cineasta había escrito sobre una travesía iniciada en noviembre de 1974, a pie desde Munich, donde vivía, hasta París para visitar a una amiga que estaba muy enferma.

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