Mauricio Koch reseña Quiroga, de Alejandro García Schnetzer, para Sólo Tempestad
Quiroga es la tercera novela de Alejandro García Schnetzer,
escritor y traductor argentino radicado en España. Antes había publicado
Requena (2008) y Andrade (2012), también por editorial Entropía. Las tres
llevan como título el apellido de sus protagonistas, y son palabras de siete
letras, en un claro homenaje a Juan Filloy, autor de culto de quien hay mucho
en estos libros. Las tres además son breves, no más de ochenta páginas, y
conforman una suerte de trilogía, no tanto por su unidad temática sino por la
época en que están ambientadas y, sobre todo, por la búsqueda formal y el
trabajo con el lenguaje, protagonista real de los textos.
El autor ha declarado que desde que vive en Barcelona
escribe “como arreando olvidos”, y que si bien le rehúye a la nostalgia, ha
recuperado estando allá “voces que creía perdidas”. Por eso dedica especial
atención a los diálogos, y afirma que si bien son libros de pocas páginas, le
lleva años escribirlos. “Lo que me preocupa de los personajes son sus maneras
de hablar, porque en esas maneras ya están prefigurados sus actos”, dice.
Hay en Quiroga un léxico deliberadamente anacrónico, propio
de los años 30 y 40 del siglo pasado. Y no se trata sólo de una mera cuestión
de vocablos antiguos o caídos en desuso, sino también de un modo de decir
anticuado, que apela siempre a la afectación para ir en busca de la sutil
ironía: “En cuanto Quiroga se hubo sentado oyó una reflexión que lo tenía por
objeto”; “Le costó domeñar el trance”; “Ahora haced el favor y restituidnos a
nuestros quehaceres contemplativos”. Un breve muestrario de verbos: domeñar,
esclerotizar, apersonar, escanciar, departir, mancar, deschabar. Sustantivos:
remansos, lendrera, contertulios, zangolotinos, fabriqueras, incordios,
légamos, piélagos, tarugo. Hay “familias copetudas”, “cuitas sentimentales”,
“veladas teutonas”, “muchachas agraciadas”, “almas dicentes”, “epidemias de
estulticia”. Y un adjetivo muy Op Oloop, de Filloy: “plúmbeo”.
Aunque pasan cosas y es una novela en la que se cuenta una
historia: Quiroga es un joven bibliotecario aprendiz de escritor que es
despedido de su trabajo y termina trabajando en un barco de contrabandistas,
bagayeros y malandrines buscavidas que trafican entre Buenos Aires y
Montevideo, lo que transforma a la novela en una especie de cruce de Aqueronte
neblinoso, donde el tedio va ganando a todos, y los personajes charlan,
discuten, filosofan y se aburren, no es esto lo que dinamiza la lectura sino
ese lenguaje en primer plano, y ésta, que es la principal virtud del texto, hay
momentos en que lo asfixia un poco, el lenguaje se vuelve contra sí mismo y uno
siente que la lectura se estanca, que los personajes hablan todos igual, que no
hay distingos entre ellos. Pero esos momentos son los menos, porque de pronto
aparece un nuevo hallazgo, o un nuevo guiño (“fumar el parpadeo de las luces
que a lo lejos”; “acuérdate de lo que un día yo escribí pensando en ti; “todo
verdor perecerá”; “cólera buey”; la novela está plagada de ellos) y nos
devuelve la sonrisa y el placer. Celebro la búsqueda de Alejandro García
Schnetzer, un escritor libre y extraño, una voz para seguir de cerca.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario