Rodrigo Fernández sobre Niño Enterrado, de Edgardo Cozarinsky, para Diario El Popular de Olavarría.
En "Niño enterrado", publicado por editorial
Entropía, Edgardo Cozarinsky reflexiona acerca del pasado, la identidad y la
memoria para luego detenerse en las raíces de su propia vida.
"El pasado es indestructible; tarde o temprano vuelven
todas las cosas, y una de las cosas que vuelven es el proyecto de abolir el
pasado" dijo Jorge Luis Borges en su famosa conferencia sobre Nathaniel
Hawthorne y que Edgardo Cozarinsky cita para abrir uno de los capítulos de
"Niño enterrado", su nuevo libro publicado por la editorial Entropía.
Porque no hay forma de hablar de la memoria sin nombrar, aunque sea una vez, a
Borges.
En su nuevo libro, cada capítulo parece estar desconectado
pero uno puede ir viendo que de a poco se va conformado una delgada línea que
lo hilvana todo. Un detalle aquí y otro por allá van generando las coordenadas
necesarias para seguir el relato y conformar el todo.
La escritura del autor de "El rufián moldavo",
"En ausencia de guerra" o "La novia de Odessa", es siempre
placentera y atractiva, y una se va deslizando por el texto con una cierta
cadencia pensante. Cozarinsky parece hacer de los motivos de su búsqueda la
forma del texto, llevando sus sensaciones hasta el papel. Mirando al pasado a
través de un vidrio que si bien lo deforma todo, muestras las grietas de la
memoria.
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