Sobre Poste Restante, de Cynthia Rimsky, en Ideas La Nación.
Por Laura Cardona.
Cuando se sale de viaje, bien se puede contar algo",
dice un dicho popular citado por Walter Benjamin. La crónica de viaje supone la
elaboración estética de la experiencia del peregrino; es un "diario
personal en movimiento" (Santiago Gamboa) aun si el viaje es "un
accidente dentro de ella" (Martín Caparrós). El cronista hoy puede elegir
no hacer un mero recuento de hechos ordenados o una relación de impresiones, y,
sobre todo, puede decidir ser viajero y no turista.
Estas elecciones son las que organizan Poste restante, de la
chilena Cynthia Rimsky, libro-álbum hecho con fotos, no necesariamente
ilustrativas del recorrido, y fragmentos textuales que siguen un viaje por
Israel, Chipre, Turquía, el sur de Rusia y Europa Oriental. La narradora ha
encontrado en un mercado persa en Santiago un álbum de fotos familiar que tiene
borrosamente escrito el apellido Rimski; imagina que la diferencia i/y respecto
de su apellido pudo haber sido un error en los trámites de inmigración y se
convence de que el álbum pertenece a familiares de Ucrania. Decide ir tras el
origen de las fotografías, dando un nuevo motivo al viaje ya proyectado para
buscar datos sobre sus antepasados judíos, rehuidos en los relatos de sus
padres.
Evocación, memoria, emigración e imaginación son cuatro
conceptos que aparecen en el primer fragmento que abre el libro. Y serán los
ejes de una escritura que dispone de distintos recursos narrativos. La primera
persona se desdobla en tercera, y la protagonista se convierte en la viajera,
la visitante o la extranjera a secas. El orden cronológico de las entradas de
un diario convive con los relatos del periplo; con descripciones de las fotos;
con cartas escritas por familiares y amigos a poste restante y devueltas, que
vienen a ser como piezas de museo en medio de la crónica sesgada. Todo un coro
de voces que, junto a las imágenes (un mapa, una página de una guía turística
en la que se advierte de los peligros que aguardan a los viajeros), proponen
reconstruir un sentido parcial, distante de las escenas originales, a las que
se prefiere mostrar desde los márgenes.
Las puertas entreabiertas permiten ver los interiores y
adivinar las vidas de sus habitantes; las compañías eventuales pueden sumar
buenos momentos, ofrecer ayuda a la viajera o estafarla. Un pequeño templo
evoca al abuelo; las estaciones, a personajes de novelas; los objetos de un
mercado, memorias familiares. La mirada curiosa y determinada de la narradora
capta entonaciones, traduce el tiempo de cada lugar. La voz es pausada, tan
calma que produce un efecto de encantamiento. Con un formato de libro inusual,
pequeño y amable, Poste restante es un viaje, también, a las tierras de la
experiencia poética.
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