lunes, julio 08, 2013

Escribo lo que suena en mi cabeza

En La Voz del Interior, Gustavo Pablos entrevista a Fernanda García Lao sobre Cómo usar un cuchillo


En la Feria del Libro de Guadalajara 2011 se dijo de Fernanda García Lao que era uno de los secretos mejor guardados de la literatura latinoamericana. Ahora acaba de publicar el libro de relatos Cómo usar un cuchillo (Editorial Entropía), el quinto después de las novelas Muerta de hambre, La perfecta otra cosa, La piel dura y Vagabunda.

La mayoría de estos textos breves tienen su origen en una matriz onírica o en el espesor de una escritura que le da a una intuición o imagen apenas entrevista un sustrato extraño y nunca verosímil o realista. La escritura sigue un registro entre lírico y narrativo y esquiva los esquemas más o menos transitados para apostar, en todo caso, a la creación de fragmentos confesionales, escenas sueltas o abiertas, introspecciones desenfadadas. En este marco de argumentos astillados una voz casi siempre descarnada y visceral avanza y exhibe los mínimos elementos de una situación que apenas se arma y ya se pasa a la siguiente.

El comienzo esquivo e indecidible de "Desierto al revés" es un ejemplo: "Cómo confundí tu oreja con el plato de canapés, no sé. Pero allí estaba. Blanda como una nalga muerta. Recién al morderla te descubrí. Eras tan apetecible como tu lóbulo. Aquella dentellada anticipó lo que vendría después: una velada difícil". O también el de "Juicio Final": "Usted llegó con los pantalones de otro, no sonreía, tenía unas ojeras horribles. Susurraba algo que no pudimos entender. Fueron sus últimas palabras libres. Después se produjo un gran silencio. En la mano izquierda apretaba un poco de pelo. Pelo de vieja teñida. ¿A quién se lo arrancó?".

En "Rudolf", un vendedor de raíces llega a un pueblo y una de sus variedades, un bulbo, terminará modificando la vida de sus habitantes y adueñándose de todo; en "Tiburones con rodete", un concurso de belleza destina a sus participantes un sinfín de desgracias; en "Mesita", el narrador decide dejar en la escena del crimen un cuchillo encima de la mesa del teléfono para así conferirle al mueble algo de protagonismo; en "Navidad impúdica", una familia es testigo de cómo la empleada doméstica enloquece la tarde del 24.

"Son 27 mundos en donde hay de todo –cuenta García Lao sobre el origen de estos relatos-. Un mínimo porcentaje llegó de noticias que leí por ahí y que me inquietaron. Noticias que instalaban una duda, sin lógica a la vista. En otros casos es el inconsciente el que me dictaba las primeras frases, esas engendraban a las que siguen y así. Sólo tengo que estar atenta, es casi como escuchar. Escribo lo que escucho, lo que suena en mi cabeza".
Por una ficción oscura
Para la autora la realidad es "una usina de sinsentido" y no le parece que el mundo "sea un lugar simple, ordenado y sin fisuras".

"El realismo tuvo su razón de ser en el siglo XIX. La reproducción ya no tiene sentido, lo social es múltiple, está desencajado. Y por eso falsificar escenitas simples y hacerlas pasar por ficción me parece una operación poco interesante", afirma. Y añade: "Prefiero asumir la oscuridad, borrar lo ordinario y apuntar al detalle insólito: a quién le pasa qué y cómo lo escribo".

García Lao es hija de periodistas que debieron exiliarse, durante la última dictadura, en España, y allí vivió ella hasta 1993. Además de narradora es cantante y actriz, tiene varias obras de teatro en su haber, y con muchas de ellas ha recorrido el continente como actriz, oficio que también la llevó al cine en varias ocasiones.

En sus libros anteriores ya estaba presente esa capacidad para mirar y narrar desde la conciencia de personajes por momentos absurdos y delirantes, cuyas acciones y pensamientos parecen responder a una lógica que está más allá -por encima o por debajo- de lo convencional.

–¿De dónde surge la comunión con esta clase de personajes y/o narradores?

–Creo que de mi entrenamiento actoral he aprovechado el hecho de asumir el personaje desde la encarnación misma de un pensamiento, una rutina, una particularidad física, un modo lingüístico. Aplicado a la narrativa, puedo detenerme en la creación de espacios de conciencia más amplios, de mayor complejidad. Y encontrar diversas perspectivas, puntos de vista. Construir cuerpos con palabras, ideas, con presunción de profundidad. No conozco a nadie que sea plano, que no tenga aristas absurdas, deseos que a simple vista ni sospechás. Hay mucha preocupación por que se vea el personaje en algunos autores. A mí me interesa que se sienta que hay alguien ahí. Me da igual si tiene el pelo negro o gris.

–Este es el primer libro de cuentos que publicás. ¿Fue fácil el trabajo con textos breves?

–Yo soy breve por naturaleza, de hecho empecé escribiendo textos híper concentrados en sí mismos. De no más de 10 líneas. Así que en mi caso, debo hacer el esfuerzo inverso cuando escribo novela. Y es que me aburren los enlaces. Me gusta la velocidad, escribo rápido, de una sentada. Cuando corrijo ya estoy más tranquila y puedo permitirme el lujo de estar algunos días frente a los textos.
Las palabras

En estos relatos la prosa avanza y actúa como un cuchillo que deja jirones a un costado y desdibuja o deja en un segundo plano la anécdota. "Para mí el lenguaje es siempre el protagonista, más que la acción. Y en este libro quise hacer foco, cerrarme sobre las palabras. Abordar la sintaxis como un elemento más en conflicto -reflexiona la autora-. Me gusta pensar que no hay distancia entre fondo y forma, que hay simbiosis entre lo que se dice y el cómo. La excusa del asunto sigue estando, pero es opacada por el estado de la narración, en tensión permanente".

Si bien se trata de un mundo de personajes sórdidos, oscuros, por momentos patéticos, siempre conflictivos, hay un humor no adherido desde afuera a la frase sino que es más bien su condición de posibilidad, y que compensa la supremacía de la muerte, la crueldad, la destrucción, el absurdo y la metamorfosis física o emotiva. "Creo que vengo un poco así de fábrica, con humor afilado. Hubiera sido raro que no apareciera en mi literatura", dice García Lao. Y añade: "De cualquier manera, en la vida no soy tan negra. Pero hay algo lúdico presente, y la muerte es parte del juego. Prefiero reírme de ella. Como dice el narrador de 'Bisturí': 'Yo he visto a la muerte en persona paseándose por ahí como una putita en celo'. Le anulo solemnidad, la convierto en un personaje más de lo patético".

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