Florencia Defelippe lee ¿Vos me querés a mí? de Romina Paula y lo recomienda en la revista digital Ojo Seco.
¿Va alguien a quererme así? ¿Así de este modo? ¿Así a mí?
¿Así a mí de este modo? ¿De esta manera o a mí?
Romina Paula
Este libro es la primera novela de Romina Paula, y abrirlo es entrar en un laberinto. Entre diálogos casi cinematográficos y encuentros que se rozan con lo fugaz, lo cotidiano y lo genuino, es fácil sentirlo cerca, tanto como la atracción que se siente por el precipicio, la caída, una puesta en abismo. Entre cruces de historias que se muestran ante el lector de manera fragmentaria, se percibe la intimidad; algo oscuro nos es develado y, aunque es algo ya conocido, nos sorprende encontrarlo frente a frente. El sexo y el placer se traman con otras experiencias y el lenguaje se destruye y reconstruye desde una infancia que no quiere perderse; sin embargo, se sabe que este intento de retención es imposible. Las imágenes vuelven y escapan fugitivas, como sombras. Es que ¿Vos me querés a mí? está escrito desde la sombra y el deseo, si es que estos términos pueden tomarse como cosas distintas porque, como dice Inesia, la narradora/ superviviente/ actriz/ joven de clase media con una carrera de la facultad de Filosofía y Letras inconclusa: “el deseo es un lugar oscuro”.
Mal catalogada como “literatura de minita”, no es difícil dejarse llevar por estos clichés en donde todo ‘debe’ pertenecer a un estilo, un género, una condición, pero si ahondamos un poco más, fuera de este rótulo trillado, lineal y académico hay un grito desesperado por encontrar el fondo, una esencia verdadera de las cosas, un intento de arrancar de raíz la careta de toda una generación mal armada, traumada y mal querida; una generación que busca por todos los medios respuestas -la mayoría de las veces, en lugares insólitos y equivocados- que siempre giran en torno al amor, a querer, o a querer tener; si no es que son todos la misma cosa, así de amplia y perturbadora.
En definitiva, se trata de desarticular un intenso juego de superposiciones para caer nuevamente en tretas y guiños lingüísticos que se encadenan “rizomáticamente”: “Actuar es ejecutar y coger es morir, decir coger es una forma de distanciar y distanciar es minimizar, minimizar es preservarse y preservarse es querer morir un poco menos. Actuar es matar y coger es morir, cuando la conciencia de la carne, de la materialidad, de la fetidez, es tan evidente.”
La familia ‘apacible’ y destrozada, la niñez, los vínculos afectivos, la sexualidad, los diálogos entre chicos, los diálogos entre chicas, la vocación y la angustia existencial, todo, forma parte de un mismo interrogante que atraviesa a la novela entera:
“-Che..
-¿Qué?-
-¿Vos me querés a mí?-”
Y es así como el texto atrapa. Lentamente, nos va alejando del lugar seguro y nos pierde, de una manera sutil pero efectiva, en lo único en lo que podemos ser nosotros mismos: la propia desnudez. Emocional, física, de todo tipo. Luego, sólo queda recorrer con temor esa inmensidad:
“La casa se agranda y hay más cuartos y tienen ventanas y son muy lindos, mucho más lindos, con mucha madera, mucha luz y colchones en el piso y yo estoy con Pablo en una cama marinera, miramos el pino y tener vértigo, mucho vértigo”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario