martes, agosto 25, 2015

Fraternidad, amistad y dolor en la Punta del Este de los 50

Entrevista a Damián González Bertolino, autor de El increíble Springer.
Por Pablo Chacón para Télam.

 
En “El increíble Springer”, el escritor uruguayo Damián González Bertolino arma una novela de iniciación desarmando los tópicos de esa suerte de subgénero, introduciendo la extrañeza en la extrañeza en una ciudad marítima afantasmada por el invierno, el vacío y la bruma que como otros personajes, acompañan la transición, de la pubertad al mundo adulto.
El libro, publicado por la editorial Entropía, es una hermosa reflexión sobre ese momento clave, de inflexión o transformación que a veces o casi siempre llega cuando nadie lo espera.
González Bertolino nació en 1980 en Punta del Este, Uruguay, y tiene publicadas otras dos novelas, “El fondo” y “Los trabajos del amor”.
Esta es la conversación que sostuvo con Télam.
T : "El increíble...", en principio, ¿es una novela de formación, un bildungsroman, como suele decirse?
GB : Sí, tiene varios de los elementos de ese tipo de relatos. Me acuerdo que cuando ya llevaba una buena cantidad de páginas escritas de pronto fui consciente que estaba entrando en ese género, lo que me hacía pensar en que me introducía en un molde. Ese molde ayudaba a la hora de escribir, porque brindaba ciertas pautas, y a la vez podía limitar. Creo que algo de esa tensión estuvo presente mientras escribí "El increíble…", principalmente porque lo que quería hacer era meterme con una parte de la vida de mi padre. Claro que ese momento de su vida coincidió con lo que llamamos la "formación sentimental"; es decir, fue uno de los momentos más representativos de su hasta entonces corta vida, porque condensó un dolor que le venía de muchas otras partes de la existencia.
T : Esa Punta del Este desolada, invernal, vacía, ¿es la tuya, fue la tuya? Lo pregunto porque parece una protagonista más de la novela.
GB : Es verdad. Quise que el paisaje tuviera un cierto rol protagónico. Ojalá lo haya logrado. Esa Punta del Este fue la de la infancia de mi padre, pero también la de mi propia infancia en los 80 y aún la Punta del Este que puede apreciarse en algunos rincones hoy por hoy. Aunque hacía varios años que tenía la idea en mente, recién pude comenzar a escribir esta historia cuando comprendí que si quería evocar o imaginar lo que no sabía de la infancia de mi padre, primero tenía que vislumbrar algo, lo que fuera del espacio por el que él se había movido. Por otra parte, tengo una fascinación con Punta del Este en invierno desde que soy niño. Las casas de los turistas son abandonadas, los jardines de pronto se vuelven agrestes y misteriosos, casi góticos, decadentes, y los objetos hablan por sí mismos. Entonces, con el aire marino, llega el óxido como la expresión de la soledad, del mundo revelándose tal cual es. Los carteles, las rejas, los decorados, todo lo que puede ser mordido por el óxido sufre un lento cambio que nos recuerda cómo sería en realidad todo ese mundo. Cuando está por llegar el verano, batallones de empleados empiezan a remover las superficies para que brillen. Por cosas así siempre asocié el óxido con el nacimiento de la intimidad, que suele ser algo opaco, además.
T : Esa tensión entre lo familiar y lo siniestro es lo que supone la entrada de la enfermedad. ¿Pero no podría leerse como un rito  iniciático desplazado?
GB : Sí, es posible. O también como la renuncia a entrar en ese mundo donde hay que pasar por los ritos. Pero también es cierto que eso le ocurrió a alguien en la vida real.
T : ¿Cuál es el lugar de Ferreira en la narración? Lo veo como a un Juan Carlos Onetti en la bruma.
GB : Es posible en el sentido de que Ferreira (o los Ferreira, padre e hijo) es un personaje aparecido de la nada, con un pasado extraño, cuya información es escamoteada. Eso aparece en Onetti, y es un recurso que él, creo, tomó la de la literatura del gótico sureño, que admiraba. En mi caso, también fue así, pensé más en Carson McCullers o Flannery O'Connor que en Onetti. Para mí la aparición de Ferreira era un poco como la aparición del primo Lymon en "La balada del café triste".
T : Al respecto, ¿cómo te ubicás en la tradición literaria rioplatense?
GB : Me cuesta mucho responder algo así. Acá en Uruguay se me nombra como uno de los integrantes de una nueva generación de narradores. Algo efímero, porque en cinco o diez años la nueva generación ya va a ser otra, así que los de ahora vamos a estar más tranquilos. Pero, sinceramente, no estoy preocupado por pensar en una cuestión de ese tipo.
T : Tres libros sobre los que volvés siempre.
GB : "Tierra y Tiempo", de Juan José Morosoli,  las Novelas Ejemplares de Cervantes y, últimamente, los apuntes de Elias Canetti, de un modo casi oracular.

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