Las esferas invisibles por Maximiliano Tomas para La Agenda BA
Otra de las cosas que perdí con la irrupción de las mellizas
en este mundo fue mi mesa de luz, ya que al verme obligado a comprar un colchón
para cuatro desapareció el espacio necesario entre la cama y la pared. Así que
no tengo libros en la mesa de luz sencillamente porque no tengo un mueble que
cumpla esa función (y además como no puedo leer en la oscuridad, ya lo dije,
veo series). De todas formas durante el día voy leyendo de entre todos los
libros que me llegan por trabajo. Hace unos meses la lectura de El espectáculo
del tiempo, de Juan José Becerra, me complicó un poco la tarea: la novela es
tan buena, tan ambiciosa, tan abrumadora, que por mucho tiempo todo lo que
llegaba a mis manos me decepcionaba. Los libros no resistían las comparaciones
y se me iban cayendo de las manos, la trivialidad se hacía evidente a las pocas
páginas. Recién después de mucho tiempo di con un antídoto, quizá debido a la
frescura y la imaginación puesta en juego por su autor, tal vez porque la
apuesta se mostraba como el reverso exacto de la de Becerra: mientras El
espectáculo del tiempo quería contar todas las historias de todas las maneras
posibles (y casi siempre lo lograba), las setenta páginas de La menor, de
Daniel Riera, solo seguían los designios de su protagonista, un escritor
contratado para escribir una historia que pueda leerse a través de mensajes de
texto, en teléfonos celulares. Sesenta capítulos de mil caracteres cada uno,
que narran la historia de una bebé con súperpoderes llamada Himalaya (y tambièn
la de la escritura misma de la novela). Gracias a Daniel Riera el conjuro de
lectura impuesto por la novela de Becerra empezó a romperse, pero tuve que
esperar de nuevo un buen tiempo hasta que apareciera otro libro que me
convocara a una lectura atenta y placentera.
Las esferas
Ese libro se llama Las esferas invisibles y son tres
nouvelles agrupadas en un mismo volumen por Diego Muzzio. En enero de 1871 se
difundieron tres casos de “vómito negro” en Buenos Aires: durante los meses
siguientes se desató la cuarta epidemia de fiebre amarilla en la ciudad, que se
extendió por casas y conventillos y acabó matanado a 14 mil personas (Buenos
Aires tenía, por entonces, poco más de 100 mil habitantes). Este suceso
histórico es el único que vincula a los tres relatos de Muzzio, cada uno de los
cuales se inscribe en un género literario distinto. “El intercesor” es una
historia gótica que transcurre en los fortines del sur de la provincia; “El
ataúd de ébano” una de fantasmas en los arrabales; “La ruta de la mangosta”
utiliza las claves del fantástico para narrar las tragedias de un fumador de
opio que debe prolongar artificialmente su vida y la de la misteriosa mujer de
la que está enamorado.
La singularidad de un libro como Las esferas invisibles está
dada por la manera de homenajear, con elegancia y sofisticación, una herencia
clásica abandonada hace muchísimo tiempo por la narrativa contemporánea. Hay
que estar muy seguro del propio talento y de la propia imaginación para
arrojarse a actualizar una literatura que ya no se practica (el terror, el
gótico, los relatos de espíritus y fantasmas), podríamos decir, desde Horacio
Quiroga, Leopoldo Lugones y Macedonio Fernández. Pues bien, si podemos
considerar el coraje como una virtud literaria, digamos que Muzzio lo tuvo, y
que el resultado de esta operación compone un libro tan extraño como atrapante,
al que cuesta imaginarle compañeros en la literatura argentina actual.
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